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Noticias de Abajo

(Español) Sexto Cadenazo de radios libres y comunitarias #Salud para todas y todos

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Escucha las realidades de otras geografias del mundo ante la pandemia sanitaria que vivimos.
Participan radios de Honduras, Pánama, Chile, Mexico, Costa Rica, Estado Español e Italia y otras mas que comparten trabajos de muchas regiones más como el Kurdistan, Estados Unidos, Colombia, Ecuador y mucho más…
Más de 12 horas de transmisión para romper el aislamiento, para no callar nuestros sentires y pensares en medio de una crisis sanitaria global.
 Escuchalo por 

    espora.org:8000/saludparatodxs.mp3

y desde las radios y portales participantes
Escucha aca algunas de las producciones de los anteriores cadenazos:
Quinto cadenazo
Cuarto cadenazo
Tercer cadenazo
Segundo cadenazo
Primer cadenazo
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Noticias de Abajo ML

(Español) Noticias de abajo 26 abril 2020

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(Descarga aquí)  

Noticias de abajo 25 abril 2020 #radio #medioslibres #podcast #noticiero

Noticias de abajo 26 de Abril 2020

ROMPIENDO FRONTERAS
– Quinto cadenazo radiofónico Salud para todas y todos
-ECUADOR: Emergencia sanitaria y redes de solidaridad hamartia
-KURDISTAN: Rojava comienza producción propia de respiradores anfespanol ¿Cómo funciona el kit para la prueba del Covid-19 desarrollado en Rojava? anfespanol kurdistanamericalatina
-CUBA tiene brigadas médicas contra la Covid-19 en 21 países telesurtv.
-GLOBAL #YoNoReparto PARO INTERNACIONAL DE REPARTIDORXS rnma
-VIETNAM: Al Mayadeen Español | Vietnam: a 1400 km de China y sin registrar fallecidos por Covid19 almayadeen
-ITALIA Aniversario de triunfo contra el fascismo
Reporte de Annuska
DESDE EL OMBLIGO DEL MONSTRUO
-Comunicado del Mujeres organizadas de FFyL
-Chihuahua: asesinan con cuerno de chivo al activista Juan Zamarripa jornada
-MICHOACAN Denuncia del CNI y CIG POR EL VIOLENTO DESPOJO DE LA CASA DEL ESTUDIANTE «LENIN»
congresonacionalindigena
-OAXACA MEXICO: Denuncian inicio de obra en corredor transismico sin contar con MIA istmopress
-GUANAJUATO: La férrea voluntad de una mujer otomí contra las malas noticias
desinformemonos

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Comité en Solidaridad por Kurdistán

Defending life in Rojava in times of COVID-19

“Defending life in Rojava in times of COVID-19”, a call for solidarity from Mexico City by the Solidarity Committee with Kurdistan in the framework of the Global Days for Life “The Lockdown does not silence us” (#ElEncierroNoNosCalla).

Sign here.

[Español] [Français] [Português]

We want to raise our voices today to talk about the risks of COVID-19 contagion in the North of Syria, a risk brought about by the capitalist, racist and patriarchal system. In solidarity from the continent we live in, we follow the development of the current COVID-19 crisis in the Middle East and Kurdistan, but simultaneously in Mexico, Argentina, Venezuela, Colombia, Honduras, Guatemala, Chile, Bolivia, Ecuador, Brazil, Paraguay, and the whole of Central America, assuming it in terms of how it overlaps with the dynamics of transnational migrations in contexts of war, militarization and spoliation. The effects of the pandemic are unfolding before our eyes at the same time as forced displacement, assassination of community leaders that are engaged in the defence of their territories, and the amount of political prisoners, war refugees as political exiles keeps growing. While in Mexico we defy the isolation imposed by COVID-19’s pandemia we also continue with our organizational efforts and creating networks of solidarity and mutual aid. In front of this situation, we declare the following:

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Wambra

(Español) Guayaquil – ¿Dónde están los fallecidos por el COVID-19?

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La Reci

(Español) Todo lo que nos queda es (el) ahora [libro]

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TODO LO QUE NOS QUEDA ES (el) AHORA

Textos con corazón y dignidad sobre la pandemia de nuestro tiempo

(Descarga aquí)  

Este libro, publicado por La Reci y OnA, contiene cuatro partes que, como dicen la “Invitación a leer”:

… no son esquina de un cuadro, están cada una en todas las otras partes de la vida-el texto-el cuerpo: las genealogías (de donde viene esto), la explicación (algunas cosas importantes que hay que decir/escuchar de cómo nos estamos sintiendo y reorganizando), el contar (por que es importante contar con nosotrxs mismos), y el tejer ( las propuestas, los vínculos, los desafíos). Al final hay un texto, que es el sentir y el corazón de este volumen: un texto indígena y autónomo. Ese texto siempre estuvo aquí, como dice Leanne Simpson, pero muy pocos podrían verlo.

El libro de autoría colectiva contiene textos de: Achile Mbembe, Ana G. Fernández, Andrés Kogan, Antonio Méndez Rubio, Alonso Gordillo, Asamblea en Defensa del Territorio Maya, Carlos Taibo, Chuang, CrimethInc, Duen Sachi, EZLN, Elena Salamanca, Emmanuel Rozental, Indígenous Action Media, Gabriela Contreras, Giorgio Agamben, Jade Begay, Leo Rodríguez, Marcello Tari, María Álvarez, María Galindo, Melissa Cardozo, Óscar Martínez, Paul B. Preciado, Sayak Valencia, Sherronda J. Brown, Virginia Cardozo y Yásnaya E. Aguilar.

Lee y/o descarga aquí.

Más información, pedidos y envíos: lareci.taller@gmail.com

Fuente: pensarecartoneras.wordpress.com

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Jérome Baschet

(Español) ¿Qué es lo que estamos enfrentando?

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Por Jérome Baschet (Vía Comunizar)

Muchas preguntas y algunas perspectivas en tiempos de coronavirus

Bien puede decirse que el Covid-19 es una enfermedad del Capitaloceno, que nos hace entrar de lleno en el siglo XXI. Por primera vez, nos hace sentir de manera tan aguda y tangible la verdadera amplitud de las catástrofes globales que van a marcar los tiempos por venir[i].

Pero falta entender con más precisión lo que nos está pasando, tanto en lo que se refiere a la epidemia provocada por el SARS-CoV-2 como a las políticas sanitarias adoptadas para frenarla, al precio de una parálisis impresionante de la economía. Sin esos requisitos, no habría cómo identificar las oportunidades que podrían abrirse en circunstancias tan inéditas. No hay nada asegurado. Atrapados en el remolino de las noticias, cada día más sorprendentes o desconcertantes, uno titubea. Muchas veces, no logramos creer ni lo que vemos ni lo que escuchamos, ni nada de lo que sentimos. Más vale admitir que las certidumbres vacilan, al igual que muchas hipótesis previas. Sin embargo, hay que empezar y tantear algo, aunque sea provisoria y parcialmente, mientras esperamos que elaboraciones colectivas más afirmadas tomen el relevo.

 Enfermedad del Capitaloceno y capitalismo como enfermedad

¿En qué medida se puede ligar la actual pandemia a la dinámica del capitalismo? La cuestión es y estará en el corazón de las luchas políticas abiertas por la crisis del coronavirus. Las fuerzas sistémicas harán todo lo posible para naturalizar la pandemia e imponer una comprensión profundamente a-histórica de la misma. Es lo que hizo, apoyándose paradójicamente en su autoridad de historiador, Yuval Noah Harari, autor del best seller mundial titulado Sapiens[ii]. Su discurso es la quintaescencia de la ideología que conviene a las elites del mundo de la Economía, y que tratarán de difundir en el contexto de la crisis actual. Según Harari, la existencia de muchas pandemias en el pasado es suficiente para demostrar que no hay razón para incriminar a la globalización, haciendo de ella la responsable de la pandemia de Covid-19. En consecuencia, sería del todo erróneo que la actual crisis sanitaria lleve a tomar medidas en contra de las dinámicas globalizadoras. Por el contrario, hay que celebrar los avances triunfales de la ciencia, que refuerza permanentemente las barreras entre el mundo de los hombres y el de los virus; y hay que confiar en los especialistas de la salud y en las autoridades políticas, para proteger eficazmente las poblaciones y asegurar, en la cooperación y la confianza mutua, la buena marcha del orden mundial. ¡Extraordinario concentrado de la ideología dominante, en el cual podemos apreciar el vínculo entre la naturalización de la epidemia y la legitimación del mundo de la Economía! Es precisamente por esto que se hace necesaria una contra-lectura propiamente histórica.

Es obvio que las pandemias no han esperado al capitalismo para causar estragos, incluso peores que los del Covid-19. Pero es de muy mala fe concluir, sobre la base de esta evidencia, que son fenómenos puramente naturales, a los que la humanidad habría sido confrontada desde siempre, de la misma manera y por las mismas razones. Las pandemias son, más bien, realidades que trasgreden la disociación moderna entre naturaleza y sociedad. Dependen en buena medida de las interacciones entre los medios naturales y los modos de organización de los colectivos humanos. Por ejemplo, el surgimiento de las principales enfermedades infecciosas que afectan a la especie humana está estrechamente relacionado con una de las más grandes mutaciones de la historia, cuando se formaron las primeras sociedades agrarias y en parte sedentarias[iv]. Lo que podemos seguir llamando “revolución neolítica”, pese a la lentitud no lineal del proceso, ha creado las condiciones de una promiscuidad totalmente nueva entre humanos, animales domésticos y roedores, como los ratones, atraídos por las reservas alimenticias. Es lo que ha favorecido la transmisión al hombre de los agentes patógenos propios de diversas especies animales, provocando la emergencia de las grandes enfermedades infecciosas que, desde ese momento, han afectado a la humanidad: el cólera, la viruela, las paperas, la rubeola, la gripe, etcétera. Entonces, es preciso identificar, como causalidad directa del surgimiento de las principales enfermedades infecciosas, con carácter endémico o epidémico, lo que puede considerarse como uno de los mayores puntos de inflexión en la historia de la humanidad: el paso de las sociedades de cazadores-recolectores a las sociedades agrarias (aun si conviene evitar un análisis demasiado simple y evolucionista de esta dualidad). Y bien podemos establecer un paralelismo entre ese momento propio de las mutaciones del neolítico y el que estamos viviendo ahora, por la acumulación exponencial de los efectos mortíferos del capitalismo-hecho-Mundo.

Ciertamente, entre esos dos momentos claves existieron otras pandemias que se desarrollaron sin que pareciera posible relacionarlas tan claramente con una modificación cualitativa de las interacciones entre la organización social y el medioambiente. Aquí, tenemos que mencionar la peste bubónica (yersinia pestis) que asoló el mundo mediterráneo y euroasiático desde los siglos VI-VIII hasta el siglo XVIII, y cuyo episodio más dramático fue la Peste Negra que, a partir de 1348, diezmó en Europa entre un cuarto y la mitad de la población, según las ciudades y las regiones. Se ha mostrado recientemente que la difusión de la Peste Negra, trasmitida al hombre por la pulga de la rata, podría estar ligada a una modificación climática, evidentemente no antropogénica[v]. El fin del período cálido medieval, que había prevalecido entre los siglos X y XIII, provocó perturbaciones del equilibrio anterior y, en especial, un crecimiento de la humedad que habría traído una multiplicación de roedores, y también de sus parásitos, favoreciendo el salto de especie del virus hacia el hombre. Éste se habría producido en la región de la meseta de Quinghai, al norte de Tíbet, probablemente hacia el año 1270. Posteriormente, las caravanas de mercaderes llevaron el agente patógeno hacia Kirguistán, donde hay testimonios de su presencia en 1338. En 1346, llegó hasta el Mar Negro, de donde los navíos que comerciaban entre las partes orientales y occidentales del Mediterráneo los llevaron a Mesina y Génova, en Italia. De allí se difundió muy rápidamente en toda Europa. Más allá de las similitudes superficiales con el Covid-19 (el origen chino de la zoonosis y su transmisión hacia Europa por las rutas de intercambio), podemos resaltar importantes diferencias, empezando por la extrema lentitud de la difusión de la peste: tardó 70 años para cruzar los 2.000 kilómetros que separan Quinghai y Kirguistán, y 80 años en total para unir China con Europa, en tanto que el SARS-CoV-2 pudo cubrir la misma ruta en tan sólo unas cuantas semanas. Esto nos puede dar una idea de la diferencia de escala entre la globalización actual y lo que, a veces y sin muchas precauciones, se califica de “primeras mundializaciones”, a partir del siglo XIII y más claramente del siglo XVI. Por otro lado, la peste del siglo XIV se mantuvo limitada a Europa, Medio Oriente y el Mediterráneo, lo que no puede compararse con la pandemia verdaderamente planetaria del Covid-19. Finalmente, si bien el cambio climático que parece haber desencadenado la expansión del yersinia pestis no debe nada a la acción humana, no es menos significativo constatar que el salto de especie del agente patógeno fue favorecido por una modificación de los equilibrios entre grupos humanos y otros seres vivos.

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Redacción La Tinta

(Español) La pandemia como síntoma del Capitaloceno: la arrogancia de la Razón

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El virus que hoy nos interpela a todxs ha venido a poner en cuestión el actual modelo de civilización. En esta serie de artículos, la Ecología Política nos ayuda a mirar las angustias y desafíos de nuestro presente y a tejer sentipensares desde la esperanza: para construir juntxs nuevos rumbos posibles, para que la pandemia valga la pena.

Por Horacio Machado Aráoz – Colectivo de Investigación de Ecología Política del Sur* para La tinta 

“Y tal vez la primera prueba de fuego sea el abandono sin nostalgia de la herencia de un siglo XIX fascinado por el progreso de las ciencias y las técnicas, con la ruptura del lazo establecido en aquella época entre emancipación (…) y la fábula del hombre ‘creado para dominar la naturaleza’ por la epopeya de una conquista de esa misma naturaleza por medio del trabajo humano. Definición seductora, pero que implica una apuesta por una naturaleza ‘estable’, disponible para esa conquista”.

Isabelle Stengers

Vivimos en una sociedad nacida de la arrogancia de la Razón. Todavía mayoritariamente, hay quienes con orgullo se reivindican hijxs de esa Razón imperial. Con esa lógica y con ese espíritu, las élites políticas y científicas del mundo enfrentan la pandemia. Apelando a una receta ya obsoleta, epidemiólogos y gobernantes de todo el globo interpelan a sus respectivos pueblos convocándolos a “la guerra contra el virus”.

Es asombroso ver con qué naturalidad este discurso de guerra se instala y circula aproblemáticamente entre lxs habitantes contemporáneos del mundo globalizado. Si bien esto, hasta cierto punto, es bastante esperable –pues nada más emblemático que la guerra como acto reflejo de este modelo civilizatorio-, no cabe desconocer que la lógica de la guerra es doblemente inconveniente para estos tiempos.

En términos coyunturales, nos hace correr justamente hacia la dirección contraria a la que deberíamos ir para buscar salidas de fondo. En lugar de ampliar y profundizar la cooperación internacional, las reacciones políticas han ido por el lado de cerrar fronteras, intensificar prejuicios y actitudes racistas-clasistas y xenófobas, y abrir una competencia geopolítica por tecnologías de gestión de la crisis y el acopio de materiales e insumos médicos. En el colmo, las principales potencias entablan a los codazos una carrera narcisista por ver quién logra “dar con la vacuna”.

Al interior de las fronteras, la “excepcionalidad” del estado de guerra –como ha sido señalado- intensifica la imposición y aceptación de políticas de control, policiamiento y militarización de la vida social, lo que esta vez, dado el poder de las tecnologías disponibles, ha hecho palpables escenarios extremos de totalitarismo digital, antes sólo reservados al campo de la ficción.


Así, cuando más necesitaríamos ensayar prácticas de cooperación, de horizontalidad y organización social de abajo hacia arriba, la lógica de la guerra exacerba el régimen del individualismo competitivo y el verticalismo tecno-burocrático.


Esto que ya es muy grave, no es sin embargo todo. En un sentido más estructural y profundo, el paradigma de la guerra presupone una epistemología política ya anacrónica. Moviliza todo el imaginario modernista y reinstala subrepticiamente la legitimidad de todo el andamiaje institucional (la santísima trinidad del sistema, Estado-Ciencia-Capital) que nos condujo justamente hasta donde nos hallamos hoy parados.

El conquistador

Bajo regímenes de necesidad y urgencia, la convocatoria a la guerra contra la pandemia activa, una vez más, la vieja y perimida cosmovisión antropocéntrica, expresada en la separación entre ciencias naturales y sociales. Más aún, en nombre de la jerarquía epistémica de la ciencia, se profundiza la delegación del gobierno de Lo Común a un reducido círculo de expertos. La pragmática de la guerra no deja lugar a problematizaciones, al pensamiento crítico ni a epistemologías de la complejidad. Mucho menos a una ecología de saberes.

Así, en nombre de su presumida eficacia, la maquinaria bélica se echa a andar. Las ciencias biológicas y médicas son convocadas a estar en la primera línea de ‘batalla’; tienen la función prioritaria de atender y procurar reducir las “bajas”, proponer medidas profilácticas para contener la expansión del ‘enemigo’, y crear las armas para vencerlo. Las ciencias sociales, por su parte, son convocadas a estudiar cómo se va a afectar la “normalidad” del sistema, para luego idear medidas paliativas y de control, en lo económico, en lo social y en lo político; en todo caso, acá el objetivo es investigar qué y cómo restablecer lo más pronto posible al normal funcionamiento de las instituciones.
Por supuesto, no se trata (tal como lo hicieran políticos e intelectuales de las más variadas corrientes), de desconocer la existencia del virus en sí, ni de minimizar su incidencia sobre la biología humana sino justamente de tomarlo en serio. Eso significa revisar y reconsiderar cómo lo tratamos.

Y la verdad es que –más allá de diferencias superficiales- el trato que desde el poder se ha elegido dar al coronavirus es uniforme y típicamente moderno. Porque no hay nada más radicalmente característico de la Modernidad que esa actitud epistémica y política de absoluta desconsideración antropocéntrica hacia el resto de los seres vivos que cohabitan (con nosotros) este planeta. El sujeto moderno trata al mundo como si no fuera parte de él. Se para frente a la Tierra (incluso frente a lxs otros, de su propia especie) con la postura del conquistador. Figura emblemática si la hay, -filosóficamente enunciada por Descartes y Bacon en el siglo XVII, pero nacida antes, en el siglo XVI, como práctica política de los Colón, los Cortés, los Pizarro-, el conquistador como prototipo de la matriz de relaciones que entablamos con el mundo, condensa y resume todo nuestro tiempo y todo nuestro drama.

Quienes dirigen los destinos de la humanidad han optado, una vez más, por esa anquilosada postura para “enfrentar” al virus. Se lo trata, básicamente, como algo in-significante. Es decir, algo absolutamente desprovisto de sentido. A lo sumo, sólo lo considera en la medida en que afecta a los humanos (y acá, también –como es sabido, como parte de la política del conquistador, unos grupos de humanos importan y valen más que otros).


Más allá de eso, el sistema científico y político hegemónico no considera al virus, ni ontológica ni semióticamente en serio. No se les ocurre preguntarse sobre el sentido de su existencia en el mundo.


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La vitalidad de la Tierra

Aunque parezca mentira, prominentes científicos e intelectuales críticos –incluso encumbrados filósofos de la biopolítica contemporánea- parecen seguir apegados al viejo paradigma newtoniano. No han tomado nota del giro ontológico que –desde el interior mismo del pensamiento occidental- se ha dado al respecto, abriendo la ciencia a una nueva y más compleja comprensión del mundo-de-la-vida y un replanteo del lugar de lo humano dentro del mismo.

Desde la hybris moderna, se desconoce que un virus, como todo agente biológico, no sólo existe, sino que tiene significación en sí mismo; es un ser con capacidades teleonómicas (capacidad proyectiva de los organismos vivos, por la cual sus existencias se mueven y orientan en función de objetivos adaptativos) y semióticas. Un virus es parte de la densa red de almacenamiento y procesamiento de información biológica que se condensa en los genes; y, como tal, es también portador del proceso geológico general de (re)producción de conocimientos sobre los que se sustenta la vida en general en la Tierra.

Sólo tardíamente, después de un duro desierto obscurantista, las ciencias occidentales lograron “descubrir” esta asombrosa capacidad autogenerativa y de excedencia semiótica del mundo. De la mano de la revolución científica operada por el paradigma de la complejidad en la física y la biología principalmente, en convergencia con el llamado giro ontológico en las ciencias sociales y humanas, se vino a “caer en la cuenta” de que habitamos un Planeta Vivo. Se empezó a tomar nota de la inconmensurable complejidad de los sistemas vivos; a dimensionar la extraordinaria capacidad autopoiética-sympoiética, teleonómica y semiótica del conjunto de procesos y seres que conforman el mundo que habitamos y que –con sus propias existencias- constituyen y producen nuestras propias condiciones de (co-)existencia.

Y, fundamentalmente, como eje de esa revolución científica, el nuevo paradigma de las ciencias de la vida, o de la complejidad, vino a producir una nueva comprensión de la propia condición humana, esta vez, no ajena y extraña al mundo, sino precisamente como parte del tejido de la vida. Lo que llamamos el “mundo”, la Tierra, o la “Naturaleza” no es lo que está afuera de nosotros, no es lo “exterior” a la cultura, sino el útero nutricio de cuyo seno emerge lo humano como una expresión más de la biodiversidad del planeta. Ver y comprender la Tierra como sistema viviente, como una densa y compleja trama de materia viviente en continuo devenir, implica comprender que entre lo humano y lo no-humano no hay fracturas ontológicas, sino apenas membranas porosas por donde fluyen materia y energía, por donde fluye la vida en sí, como trama, en la que los humanos actuamos y somos a través del mundo, así como el mundo se mueve y es también a través de nuestros organismos.

Siendo que esta constatación es un saber fundamentalmente pre-moderno, pero vivo y presente aún en muchas culturas y pueblos mal-tratados por Occidente como primitivos y/o “atrasados”, esta verdad primordial viene a significar ni más ni menos que –como especie- nuestras vidas dependen –literalmente, es decir, materialmente- hasta de los más elementales seres y agentes microbianos y de los procesos y redes biogeoquímicos más básicos y rutinarios.


Sólo vivimos por gracia y a condición de mantenernos conectadxs al resto de las otras especies, a la biodiversidad en su conjunto, como expresión sinfónica de la vitalidad de la Tierra.


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Fotografía: Bello, Palacios, Vergez Meehan

Sanar

Científicamente, hoy, no podemos seguir parados en el paradigma baconiano/newtoniano de la ciencia. Necesitamos un cambio radical; una profunda mudanza civilizatoria. Contamos ya con otros horizontes epistémicos y políticos para hacerlo posible.

Con esto no estamos diciendo que las medidas sanitarias en general que se están tomando (al menos en algunos países) en el mundo sean irrelevantes o inconducentes. Al contrario, son necesarias, pero aún así, insuficientes. Y sobre todo, serán epistémológica y políticamente erradas si no se pasa de la profilaxis a la etiología de la pandemia. No tenemos que descodificar el genoma del virus sólo para conseguir una vacuna. Tenemos que abrirnos a ensayar otra hermenéutica del mundo vivo.

Necesitamos ahora, en la urgencia, reactivos de testeo, barbijos, respiradores, lugares en salas de cuidados intensivos, etc… Será preciso seguir con medidas de aislamiento y/o distanciamiento social, mientras no hallemos otros medios para evitar que la afección que nos provoca el covid-19 se propague. Pero tengámoslo claro, esas medidas no nos sanarán. Para verdaderamente sanar, tenemos que atrevernos a abrir la pregunta respecto a qué es lo que realmente nos enferma y nos mata; abrirnos al sentido etiológico profundo, ontológico y político del coronavirus: cuál es el régimen de relaciones sociales, biológicas, económicas, culturales y políticas, que incubó este microorganismo que hoy nos interpela.

Curar no es apenas sofocar los síntomas. Curar es mudar; es atreverse a cambiar la matriz de relaciones que causó la enfermedad. En este sentido, la ciencia de siglos pasados podrá detener la expansión de la enfermedad y hasta reducir la cantidad de sus potenciales víctimas. Pero esa ciencia y esa política son ya obsoletas para los desafíos que tenemos en este siglo. Esa ciencia, esa política, y sobre todo ese modo de producción de la vida social que -hegemónicamente- llevamos (o que nos lleva) seguirá produciendo pandemias. Seguirá produciendo guerras y hambrunas. Seguirá malgastando esfuerzos y derramando sangre a escala y ritmo industrial. En fin, hasta que no la demos de baja, la Razón Imperial seguirá sacrificando la vida en el altar del progreso.


Para realmente sanar, diríamos que, como especie, tenemos que atrevernos a dejar de comportarnos como conquistadorxs, y empezar a vivir como cuidadorxs y cultivadorxs de este mundo; el único que tenemos y que somos.


Si esta pandemia, con todo el dolor y el sufrimiento humano producido, nos ayudara a preguntarnos de qué realmente estamos enfermos… Si pudiera ayudarnos a descubrir y afrontar la etiología de nuestras dolencias, y hacer los cambios que debemos hacer para sanar, diríamos que sí, que esta pandemia valió la pena…

*Centro de Investigaciones y Transferencia de Catamarca (CITCA) –dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad Nacional de Catamarca.

**Por Horacio Machado Aráoz – Colectivo de Investigación de Ecología Política del Sur para La tinta.

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Noticias de Abajo ML

(Español) CUARTO CADENAZO RADIOFONICO GLOBAL 18 DE ABRIL 2020

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Cuarto Cadenazo Radiofónico Global 18 de abril 2020

Por cuarta ocasión invitamos a hacer medios libres y compartirlos en medio de esta crisis capitalista y la pandemia sanitaria del virus COVID-19. Podcast, enlaces en vivo, que de manera diversa y creativa buscan conocer otras geográfias y las formas en las que asumen este problema global.

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o por esta página, las radios y medios participantes.

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Combate Racismo Ambiental

(Español) El futuro posterior al coronavirus ya está en juego

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Por Eliane Brum

¿Cómo podemos evitar que el capitalismo, que ya nos ha robado el presente, nos robe también el mañana?

Nosotros, que estamos vivos hoy, nunca enfrentamos una amenaza como el  nuevo coronavirus . Si tantos repiten que el mundo nunca será el mismo, ¿cuál es el mundo que queremos?

Nadie es engañado. Mientras se aborda la pandemia, esa respuesta ya se está disputando. Es ella quien determinará el futuro cercano. Luchar por la vida amenazada por el virus es un imperativo de emergencia. Sin embargo, es necesario hacer algo aún más difícil: luchar por el futuro posterior al virus. Si no lo hacemos, la reanudación de la “normalidad” será el regreso de la brutalidad diaria que es solo “normal” para unos pocos, una normalidad tomada de las vidas de muchos que diariamente tienen sus cuerpos agotados. La interrupción de la “normalidad”, causada por el virus, puede ser la oportunidad de diseñar una sociedad basada en otros principios, capaz de detener la  catástrofe climática  y promover la justicia social. Lo peor que nos puede pasar después de la pandemia será volver a la “normalidad”.

Las grandes corporaciones ya están comenzando a moverse para garantizar el control de lo que está por venir. La semana pasada, Donald Trump dio la bienvenida a las compañías petroleras   en la Casa Blanca. No discutieron cómo salvar a los más pobres de los efectos de la pandemia. En el Reino Unido, las compañías aéreas están presionando por subsidios gubernamentales y, por supuesto, por la desregulación. Tampoco vinieron a reunirse para tomar el té y discutir inversiones en el área social.

Ante el nuevo coronavirus, incluso las fortalezas de la prensa liberal, como  The Economist  y  Financial Times , ambas nacidas en la cuna del capitalismo, han anunciado que es necesario dar un paso atrás. La mayor intervención estatal  y políticas tales como  el ingreso mínimo  y la tributación de las fortunas, previamente consideradas “exóticas” por estos segmentos, se han incluido en el enfoque del nuevo contrato social en el mundo pospandémico. Otorgar un poco para garantizar que nada cambie esencialmente es un viejo truco.

Con el virus, descubrimos que quienes decían que era imposible dejar de producir, reducir el número de vuelos, aumentar las inversiones gubernamentales y cambiar radicalmente los hábitos simplemente mintieron. El mundo ha cambiado en menos de tres meses  en nombre de la vida. También es en nombre de la vida que necesitamos mantener las buenas prácticas que surgieron de este período y presionar como nunca antes por otro tipo de sociedad, tejida con otros hilos.

La tarea es urgente. Si no lo hacemos, el mundo posterior al coronavirus será aún más brutal y el colapso climático se profundizará. Para el exterminio de la naturaleza no hay y nunca habrá una vacuna. Nuestro futuro depende de enterrar el  sistema capitalista que agotó el planeta  y nos trajo de vuelta al tiempo de las pandemias. Tampoco es el comunismo que explotó, destruyó vidas, erosionó la naturaleza y los cuerpos oprimidos, con ese propósito. Necesitamos encontrar otras formas. Es rápido. Muchos dicen que es ingenuo. Otros dicen que es imposible. Lo ingenuo es sentarse en la silla de uñas que se ha convertido en el presente y esperar los efectos de la sobreexplotación brutal de la naturaleza (para terminar de deformar la faz del planeta). Es imposible seguir viviendo como nosotros.

La solución física  tiene que usarse para producir pensamiento social y actuar colectivamente, en una red. Este artículo, dividido en dos partes, es una colaboración para el debate del futuro que debe combatirse en el presente. Ahora

1) En Brasil, todos los caminos conducen al neoliberalismo.

El presente, en Brasil, es una trampa. Tenemos un anti-presidente, y la anti-  presidencia es un concepto creado por el bolsonarismo  , que se opone a su propio gobierno. La técnica ha sido clara desde el comienzo del mandato, pero obtuvo contornos dramáticos en la pandemia, cuando  Jair Bolsonaro abrió la guerra a su propio ministro de salud . La negación de la realidad, como método para mantener el poder, tiene varios efectos en la población. Una es ocupar las noticias y secuestrar el debate.

En lugar de debatir la amenaza más urgente, estamos librando el falso debate lanzado contra los brasileños por  Bolsonaro : aislamiento o no aislamiento, o  salud versus economía . Esto es lo que sucede cuando se elige a un hombre que, en el pasado, planeaba hacer estallar bombas en los cuarteles para impulsar aumentos salariales. Las bombas de Bolsonaro hoy son de desinformación, apuntan al caos y también pueden matar.

El problema es aún mayor porque la negación de la realidad también produce realidad. En este caso, no solo el de poner en riesgo a la población, sino también el de hacer creer a la gente que existe una oposición real. Esta ilusión que crece en Brasil, incluso por desesperación, puede comprometer el futuro de manera irreversible.

Si Jair Bolsonaro (sin un partido) renuncia, lo que parece muy poco probable en este momento, o si se lo impide, lo que también parece distante, el vicepresidente se hace cargo. Hamilton Mourão  es un general de reserva de cuatro estrellas que hasta las elecciones fue considerado un golpe de estado, debido a varias declaraciones públicas. Aún en la campaña, llegó a decir, en una entrevista con GloboNews, que en “caso de anarquía” un presidente puede “auto-atacarse” con “el uso de las fuerzas armadas”. En comparación con Bolsonaro, incluso un pitbull se vuelve “moderado”. Esto es lo que ha estado sucediendo con Mourão,  como escribí hace más de un año.

El tercero en la jerarquía es  Rodrigo Maia  (DEM). Además de ser acusado por la Policía Federal de corrupción, el presidente de la Cámara de Diputados está plenamente identificado con el neoliberalismo que nos llevó a la situación actual y con las fuerzas más conservadoras del país, con la excepción (por el momento) de los evangélicos de resultados. Lo que hizo de Maia un ejemplo de moderación y competencia para lo que llaman “mercado” fue llevar a cabo una reforma de la seguridad social, que, si era necesario, claramente el modelo aprobado no era ni el mejor ni el más justo para los trabajadores, que tenían sus vidas. Aún más precario. Maia, quien hasta la llegada del bolsonanorismo, la mayoría de los brasileños prefería ver a sus espaldas (o en la cárcel), se convirtió en una especie de oráculo de sentido común, que muestra el nivel del abismo en el que se encuentra Brasil.

Y luego tenemos los nuevos candidatos para estadistas, en la figura de los gobernadores de São Paulo y Río de Janeiro. João Doria  (PSDB) y  Wilson Witzel  (PSC). Doria, el gerente de privatizaciones, y Witzel, un defensor de la violencia policial en los barrios bajos. Hasta ayer, ambos eran uñas y carne con Bolsonaro. O vocal y consonante,  en el caso de Doria , quien fue elegido como “Bolsodoria”. Para contener la pandemia, solo siguen las pautas internacionales de salud en sus estados, pero como lo obvio es hacer lo contrario de lo que Bolsonaro predica, emergen como defensores de la gente contra el virus del bolso. Sus ojos están fijos en las elecciones presidenciales de 2022.

Bolsonaro ofrece un gran servicio a los ex mejores amigos. En São Paulo, en particular, libera a Doria de explicar la baja inversión en la red de salud pública de su partido, que ha estado al mando del estado durante más de 25 años. Al final, es esta falta de inversión en  el Sistema Único de Salud  (SUS) lo que provocará la muerte por coronavirus.

En todo el país, el debate falso eclipsa el debate real. La pandemia hizo explícita la importancia del estado de salud pública. Y reveló toda la monstruosidad de PEC-95,  la del techo del gasto público del gobierno de Michel Temer  (MDB), una política neoliberal típica de estado mínimo que sacó miles de millones de la salud. Gran parte de esta factura se paga ahora. Con vidas

En el certificado de defunción, las víctimas tendrán “muerte por coronavirus”. Pero en parte de los casos, lo que los ha matado es la precariedad de la salud pública, el aumento de la desigualdad y la miseria en los últimos años, la falta de inversión en saneamiento y vivienda digna. Y finalmente, el hecho de que hay una parte de la población que todavía está expuesta al virus  porque no se les permite dejar de trabajar .

La imagen de la trampa en la que se inserta Brasil es la del Ministro de Salud,  Luiz Henrique Mandetta . Frente al jefe y dando pasos obvios en la pandemia , Mandetta se convirtió en el nuevo héroe nacional. Todos los errores, como tomarse demasiado tiempo para proporcionar pruebas, máscaras y otros equipos de protección, son perdonados. El principal oponente de su ministro, Bolsonaro también le hace un gran servicio. Y a su propio gobierno, ya que, sea cual sea el resultado, puede atribuirse o distanciarse del gobierno. Esa es la inteligencia para abrazar la situación y la oposición.

Veamos quién es el nuevo héroe nacional, hoy adulado y apoyado por todos los campos ideológicos. Mandetta, una conocida defensora de los ruralistas, en salud habló en contra del programa  Mais Médicos y militaba contra el aborto. También ha lamentado la fragmentación de las familias causada por la Ley de Divorcio. Dilma Rousseff demarcó tierras mucho menos indígenas que sus predecesoras, una de las razones por las que recibe severas críticas de activistas indígenas y ambientalistas. Aún así, Mandetta pensó que el presidente estaba exagerando. “La presidenta está dirigiendo su ira hacia los productores rurales, poniendo toda su mala voluntad en Brasil en agronegocios”, habló en el plenario en 2016. Al año siguiente, fue una feroz crítica de Carne Fraca, una operación de la Policía Federal que investigó irregularidades en refrigeradores.

El nuevo héroe brasileño señala dónde está Brasil. Cada uno concluye. La oposición real, como ya se ha hecho explícito, es débil. Y no muestra cuál es su gran diferencia, mucho menos convencer a la población de que es diferente. Acurrucado con Lula y el PT, o luchando con Lula y el PT,  la izquierda dejó de competir por el país . Crees que estás en una disputa, por supuesto, pero a nadie le importa. La actuación más sólida es la de Psol, pero la fiesta solo se hace eco de un pequeño número de brasileños.

Esto no quiere decir que la izquierda sea una solución, ya que una parte importante de la izquierda brasileña permanece cementada en el siglo XX, totalmente alienada de los grandes problemas actuales, como la crisis climática y la destrucción de la vida natural en el planeta. Los que realmente se opusieron, en la pre-pandemia de Brasil en los últimos años, fueron grupos de identidad: mujeres, jóvenes, negros e indígenas. La oposición es política, pero no tiene partidos políticos como protagonistas. Y aún es necesario tener partidos políticos para disputar el futuro.

Por lo tanto, en el período posterior a la pandemia, o incluso durante la pandemia, dado que no se sabe si termina, todos los caminos conducen a la derecha neoliberal. Este es el hoyo frente a Brasil. También es el agujero en muchos países, una gran parte de ellos sumidos en la crisis de las democracias occidentales, algunos de ellos con déspotas elegidos.

Brasil, por lo tanto, tiene dos desafíos gigantescos. El primero es evitar que el virus mate a miles de brasileños. No hay duda de que serán los más pobres quienes morirán más . Los que no tienen casas compatibles con el aislamiento; aquellos que han sido forzados por los empleadores a trabajar; los que fueron despedidos ; aquellos que viven en picos, en la informalidad, y ya no pueden trabajar. Aquellos que no podrán alimentarse con los 600 reales que ofrece el gobierno. Los que no tienen alcantarillado, no tienen agua y pronto tampoco tendrán alimentos. Aquellos que se enferman y no encuentran vacantes en el sistema de salud pública, saboteados en los últimos años en nombre de la privatización y el lobby de los planes de salud privados.

La  ayuda de emergencia de 600 reales para los informales  es otra prueba del paradójicamente grande y al mismo tiempo claustrofóbico agujero en el que se inserta el país. En vista de los 200 reales propuestos inicialmente por el ministro de Economía, Paulo Guedes, de repente 600 reales comenzaron a sonar con notas de decencia. El valor, sin embargo, es totalmente indecente. Nadie vive en Brasil con una dignidad mínima de 600 reales. Para la otra mitad de los trabajadores, que tienen un contrato formal,  el gobierno permitió recortes en las horas de trabajo y los salarios.

Para aquellos que quedan atrapados en el significado de neoliberal, eso es todo. Vale la pena investigar para encontrar definiciones más sofisticadas y completas. En un párrafo, lo que se puede decir es que los neoliberales creen que el estado debería interferir lo menos posible y que el mercado se autorregula. Para esto, es esencial debilitar las representaciones de los trabajadores y la palabra para todo es “flexibilización”. Privatizar, desregular, flexibilizar: estos son los verbos favoritos del neoliberalismo. Comprenda que cada vez que “flexibilizaron” algo en Brasil, fueron los trabajadores urbanos y rurales, los pueblos indígenas, la naturaleza y otras especies los que se arruinaron. Al trabajador precario con cada vez menos derechos se le dio el hermoso y moderno nombre de “emprendedor”. Libre y autónomo para morir trabajando. Y, si no pudo “emprender”, Los motivos del fracaso también le pertenecen. Ahora nos vemos, que son “empresarios”, en qué situación se encuentra. Y mira si eso es lo que quieres seguir siendo.

En la etapa neoliberal del capitalismo, todas las relaciones son, al mismo tiempo, reducidas al consumo y sometidas al consumo. Lo que define a cada “individuo” es su capacidad de consumo. Sus opciones se reducen a elegir entre productos, marcas, precios, colores, formatos; su libertad es consumir lo que le permiten sus ingresos y desear agotarse más para tener más dinero para consumir. Toda la vida está mediada por bienes y, sobre todas las demás identidades, usted es un consumidor.

Es en este sistema que se consumió el planeta, supuestamente disponible para los consumidores; que especies enteras fueron destruidas y otras sometidas para que sus cuerpos fueran consumidos en la producción industrial. Así es como naces, consumiendo tu cuerpo y tu tiempo, consumiéndote a ti mismo. Y así es como los humanos se convirtieron, a partir de la revolución industrial, que inició un proceso cada vez más rápido de emisión de CO2 al quemar combustibles fósiles (carbón, petróleo, etc.), una fuerza para la destrucción del planeta.

Bajo la presión del colapso de la naturaleza que provocaron y la evidencia de que habrá más pandemias, las grandes corporaciones que controlan el mundo y las que se benefician de ellas ahora están tratando de reinventar el sistema de destrucción, como lo han hecho en el pasado, para mantener el control. Tienen buenas posibilidades de tener éxito.

En Brasil, Bolsonaro hizo el trabajo de extender los límites tanto que hizo aceptables todas las fuerzas conservadoras a su alrededor. No sé cuánto se da cuenta de que este es su papel principal. El hecho es que funciona de manera brillante. Cada vez que se comporta como un maníaco, hace cifras que hasta ayer causarían escalofríos como estadistas. Antes de él, un Mourão en la presidencia era inimaginable después de más de 20 años de dictadura militar. Antes que él, Rodrigo Maia era solo otro representante muy tradicional de un Congreso marcado por la corrupción y la fisiología. Antes que él, Doria y Witzel, cada uno con su propio estilo, nunca recibirían aplausos de la izquierda o los abrazos de Lula. Antes que él, Mandetta era un político preocupado por apoyar proyectos corporativos del sector de la salud y presionar a los ruralistas.

¿Es así como será, entonces?

Brasil tiene dos confrontaciones urgentes que enfrentar: la disputa por el presente, que es el nuevo coronavirus, y la disputa por el futuro, que también ocurre ahora, en el presente.

Enfrentarse a una pandemia en un país donde la desigualdad y la pobreza extrema han aumentado en los últimos años a través de políticas neoliberales es un desafío inmenso. Pero quizás el desafío de imaginar un futuro que no sea el retorno de una normalidad que solo era normal para los privilegiados es aún mayor. En la trampa en que se ha convertido el país, todos los caminos conducen al mismo lugar. Los personajes que disputan el presente y el futuro dentro de la estructura del Estado son básicamente todos iguales, o al menos muy similares.

¿Cómo podemos aprender del coronavirus para crear un futuro que ya no sea la aniquilación?

Parece casi imposible cuando todas las salidas están bloqueadas por tropas neoliberales. Ya se están organizando para azotar a la población después de la pandemia, con el imperativo de producir para superar la recesión y reanudar el dogma del crecimiento. Ya hemos tenido indicios de que el coronavirus se utilizará para imponer pérdidas de derechos y libertades. China, con su comunismo capitalista (sí, eso es posible), ha ampliado aún más su vigilancia despótica sobre la población. Es solo una señal de lo que está por venir.

Pronto, puedes apostar, los gobiernos pedirán el sacrificio de todos, que nunca es de todos, pero es lo mismo de siempre. Preste atención al significado que se le dará a la palabra “reanudado” y piense en lo que se reanudará. La pandemia es nueva. Los métodos de quienes trajeron el planeta a este estado de cosas, no.

Parece imposible disputar el futuro en estas condiciones. Pero todo lo que tenemos es encontrar una manera de socavar a la criatura llamada capitalismo, que en nuestro tiempo se expresa por el neoliberalismo, y evitar que se regenere. Más que nunca, hoy luchamos por la vida.

2) Tenemos que detener a los señores del mundo antes de que puedan dar el golpe (de nuevo)

Los pensadores occidentales han estado menos preocupados por interpretar un momento. Tiene mucho sentido Nada es, o fue, mayor que esta pandemia como una amenaza global capaz de cambiar todo en un segundo. Incluso la mirada de los humanos sobre sí mismos, al descubrir la especie, que siempre se ha considerado dueño del planeta, amenazada por un ser microscópico. Ya hay al menos un libro con una colección de artículos de filósofos sobre el coronavirus y sus efectos. Sin embargo, hay una diferencia. Hay pensadores que han entendido la crisis climática y hay quienes continúan luchando con los dilemas del siglo XX, como una gran parte del mundo que queda, y que no se vieron afectados por las ansiedades de la actualidad.

Entre los pensadores relacionados con la aparición del clima, el francés Bruno Latour es el autor de una de las mejores contribuciones para pensar el momento como una acción. El  texto ha sido traducido por la filósofa brasileña Déborah Danowski, otra pensadora relevante sobre el contexto actual. En su análisis, Latour define la lección planteada por el nuevo coronavirus: “La primera lección del coronavirus también es la más sorprendente. De hecho, se ha demostrado que es posible, en cuestión de semanas, suspender, en todo el mundo y al mismo tiempo, un sistema económico que hasta ahora se nos ha dicho que es imposible desacelerar o redirigir. A todos los argumentos presentados por los ecologistas sobre la necesidad de cambiar nuestro estilo de vida, siempre se opuso el argumento de la fuerza irreversible del ‘tren del progreso’, que nada fue capaz de sacar de la vía, ‘en virtud’, se dijo: de ‘globalización’ ”.

Y señala el riesgo: “Cualquier conductor sabe que, para tener alguna posibilidad de salvarse haciendo una maniobra rápida en el volante, sin salir de la carretera, es mejor reducir la velocidad … Desafortunadamente, no son solo los ecologistas quienes ven esta pausa repentina en el La producción globalizada es una gran oportunidad para avanzar en su programa de aterrizaje. Los entusiastas de la globalización, aquellos que, a mediados del siglo XX, inventaron la idea de escapar de las restricciones planetarias, también la ven como una excelente oportunidad para liberarse aún más radicalmente que los obstáculos restantes para escapar del mundo. Para ellos, esta es una oportunidad demasiado buena para deshacerse del resto del estado de bienestar, la red de seguridad de los más pobres, lo que queda de las regulaciones de contaminación y, aún más cínicamente, para deshacerse de todas esas personas que sobran en el planeta. (…) Los adeptos de la globalización son peligrosos porque saben que han perdido, saben que la negación del cambio climático no puede continuar indefinidamente, que ya no hay ninguna posibilidad de conciliar su “desarrollo” con los diversos “sobres” del planeta con los que La economía tendrá que estar allí tarde o temprano. Esto es lo que los hace dispuestos a intentar cualquier cosa para aprovechar (¿excepcional?) Una vez más las condiciones excepcionales, para poder durar un poco más y protegerse a sí mismos y a sus hijos “. que ya no hay ninguna posibilidad de conciliar su “desarrollo” con los diversos “sobres” del planeta con los que la economía tendrá que tener tarde o temprano. Esto es lo que los hace dispuestos a intentar cualquier cosa para aprovechar (¿excepcional?) Una vez más las condiciones excepcionales, para poder durar un poco más y protegerse a sí mismos y a sus hijos “. que ya no hay ninguna posibilidad de conciliar su “desarrollo” con los diversos “sobres” del planeta con los que la economía tendrá que tener tarde o temprano. Esto es lo que los hace dispuestos a intentar cualquier cosa para aprovechar (¿excepcional?) Una vez más las condiciones excepcionales, para poder durar un poco más y protegerse a sí mismos y a sus hijos “.

Antes de que alguien eleve el listón para el desarrollo “sostenible” como la panacea capaz de volver a encauzar el capitalismo, vale la pena escuchar a otro pensador, este indígena. Autor de  Ideas para posponer el fin del mundo  (Companhia das Letras),  Ailton Krenak  provocó odio y rechinó los dientes hace mucho tiempo, al afirmar que “la sostenibilidad era vanidad personal”. Todas las corporaciones, incluidas las más destructivas, tienen hoy un gerente de sostenibilidad. Es parte de la capacidad del capitalismo para cooptar y adaptarse. Siempre un poco tonto.

En marzo, con la pandemia cruzando el mundo, Krenak explicó esto en la inauguración de la Exposición Internacional de Teatro de São Paulo, cuando habló sobre las perspectivas anticoloniales: “Vivimos precariamente en una relación de consumo de lo que nos brinda la Madre Naturaleza. Y siempre hemos utilizado lo que nuestra madre nos brinda de la manera más flexible posible. Hasta que un día nos convertimos en una constelación de personas tan grande que lo consume todo, que nuestra madre naturaleza dijo: espera, debes terminar con todo lo que pueda existir aquí, como equilibrio y como una posibilidad de lo que fluye ¿de la vida? ¿Vas a escanear la producción de vida y decidir cuántas piezas de vida puede obtener cada uno? Y, en esta escandalosa desigualdad, irás administrando agua, oxígeno, comida, el suelo? Y luego [la naturaleza] comenzó a poner límites a nuestra ambición.

Una forma en que los humanos hicieron para manejar esto fue creando la idea, por ejemplo, de que hay un ambiente y que este universo es algo que puedes manejar. Y dentro de este entorno, algunos flujos vitales se pueden medir, evaluar y habilitar, algunos incluso con sellos de sostenibilidad.

Si toma agua del acuífero guaraní, por ejemplo, agua de muy buena calidad, y si la embotella adecuadamente, es una empresa sostenible. Pero, ¿quién dijo que extraer agua del acuífero guaraní es sostenible? Practicas la violencia en la fuente y recibes un sello sostenible en el camino. Y así con la madera. Esto es una puta, no hay cultivos de agua sostenibles y no hay cultivos de madera sostenibles ”.

Luego dice la terrible verdad, que también es el punto de partida de cualquier propuesta de futuro que podamos esbozar: “Somos una civilización insostenible, somos insostenibles. ¿Cómo, entonces, vamos a producir algo en equilibrio? ”.

Este es el desafío.

Tan pronto como se rompa un nuevo coronavirus,  los profetas del neoliberalismo comenzarán su predicación : “¡Es necesario producir y crecer!”. No hay mayor dogma en la economía que el crecimiento. Miles de economistas perderán su trabajo en el campo de la astrología económica si se desenmascara el dogma del crecimiento. Crecer es el imperativo de todos los países. ¿Quién no recuerda “hacer crecer el pastel de la economía y luego compartir el pastel” que el ministro de la dictadura de Brasil y el mayor astrólogo económico, Delfim Netto, repitió en el régimen de excepción? Más tarde, con la expansión del neoliberalismo, ni siquiera eso. Para los más pobres era suficiente saber que, si el país crecía, algo pequeño podría quedar para ellos.

El dogma del crecimiento se basa en una mentira: la posibilidad de explorar infinitamente los recursos de un planeta con recursos finitos. Dos neuronas son suficientes para entender que no es posible. Y aquí viene el otro dogma, el de la sostenibilidad, como si fuera posible hacer sostenible lo que, en su estructura, es insostenible.

Lo que hace el dogma del crecimiento es proteger los privilegios de los muy ricos: el problema ya no es la distribución equitativa de la riqueza existente y se convierte en un crecimiento insuficiente, lo que no garantiza lo suficiente para todos. El imperativo de crecer se repite hasta el agotamiento para encubrir la injusticia estructural: la desigualdad en la distribución de la riqueza. Llevando su cuerpo exhausto, incluso los pobres llegan a creer que su miseria es causada por la falta de crecimiento. Sin darse cuenta de que en los momentos en que el pastel creció, las rebanadas se hicieron más grandes para aquellos que ya poseían el pastel y el pastel quedó, como máximo, con la harina.

En Brasil, el 1% más rico concentra casi un tercio de los ingresos (28,3%), lo que le da al país el título de vicecampeón mundial en desigualdad, según el último Informe de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas (ONU) ) Brasil solo pierde ante Qatar, y solo un 0,7%. Cinco multimillonarios brasileños concentran la misma riqueza que la mitad más pobre del país, según un estudio de la organización no gubernamental británica Oxfam, publicado en 2018. Cinco personas concentran los mismos ingresos que 100 millones de brasileños. Este es el problema No es por falta de explotación de la naturaleza que el país es tremendamente desigual. Al contrario. El agotamiento del soporte vital en el planeta es uno de los principales impulsores de la pobreza y la desigualdad.

El dogma de crecimiento, que da la vuelta al capitalismo, fue instrumental en la producción de la emergencia climática. Lo que la emergencia climática hace explícito es que ya no será posible “crecer”. Es necesario cambiar radicalmente la forma de vida porque, como dice la joven  Greta Thunberg , “nuestra casa está en llamas”. Ante el sobrecalentamiento global y la pérdida de ecosistemas vitales, es realmente imperativo distribuir la riqueza existente.

Es este contenido explosivo lo que hace que las grandes corporaciones que dominan el planeta apoyen a los negacionistas del clima como Donald Trump y Jair Bolsonaro. Con  estos déspotas electos que difunden mentiras y distraen al mundo con problemas falsos , ganan tiempo. Ya sabes que no puedes seguir más, pero harán lo imposible para ganar el máximo el mayor tiempo posible. Dadas las proporciones, es como la industria del cigarrillo: negó el daño durante décadas, contra toda investigación científica, y ganó dinero produciendo cáncer mientras daba. Incluso hoy, cuenta con cifras multimillonarias.

El desafío que enfrenta nuestra generación es inmenso. Y será difícil. Muy duro. A medida que la crisis climática se desarrolla en un momento diferente, el encuentro con la realidad siempre fue pospuesto por la mayoría, a pesar de los gritos de los científicos y los jóvenes. Los negadores fueron elegidos porque una gran parte de la población mundial quiere seguir negando lo innegable junto con ellos. Entonces el virus se abre a la realidad. No es posible escapar de él, ya que escapar es morir.

Lo que tenemos hoy es una ventana de realidad, el momento en que todos, absolutamente todos, se ven obligados a conocer la verdad. Por eso Bolsonaro se volvió aún más pirotécnico. Para mantener el poder, debe falsificar la realidad. Estaba teniendo éxito, y el virus eliminó esa posibilidad. Luego dice que “el virus no es todo lo que dicen”. Porque, aterrorizado, sabe que el virus es mucho más. Ante la verdad de la muerte, no se pueden encontrar mentiras.

Bruno Latour anuncia el estancamiento  de la ventana abierta por el coronavirus: “Si la oportunidad es para ellos, también lo es para nosotros. Si todo se detiene, todo se puede volver a cuestionar, inflexionar, seleccionar, ordenar, detener por completo o, por el contrario, acelerar. Ahora es el momento de hacer balance del fin de año. A la demanda del sentido común: “Volvamos a la producción lo antes posible”, tenemos que responder con un grito: “¡De ninguna manera!”. Lo último que debería hacer sería volver a hacer todo lo que hicimos antes ”.

Para que podamos seguir este debate, reproduzco aquí las preguntas que plantea para cada uno y para el colectivo:

“Aprovechemos la suspensión forzada de la mayoría de las actividades para hacer un inventario de las que nos gustaría no reanudar y las que, por el contrario, nos gustaría ver expandidas. Responda las siguientes preguntas, primero individualmente y luego colectivamente:

1) ¿Qué actividades están ahora suspendidas que le gustaría no reanudar?

2) Describa por qué esta actividad parece dañina / superflua / peligrosa / sin sentido y cómo su desaparición / suspensión / sustitución haría que otras actividades que prefiera sean más fáciles / pertinentes. (Haga un párrafo separado para cada una de las respuestas enumeradas en la pregunta 1).

3) ¿Qué medidas sugiere para facilitar la transición a otras actividades de aquellos trabajadores / empleados / agentes / empresarios que ya no podrán continuar en las actividades que está suprimiendo?

4) ¿Qué actividades ahora están suspendidas que le gustaría expandir / reanudar o incluso crear desde cero?

5) Describa por qué esta actividad le parece positiva y cómo hace que otras actividades que prefiera sean más fáciles / más armoniosas / pertinentes y ayude a combatir aquellas que considere desfavorables. (Haga un párrafo separado para cada una de las respuestas enumeradas en la pregunta 4).

6) ¿Qué medidas sugiere para ayudar a los trabajadores / empleados / agentes / empresarios a adquirir las habilidades / medios / ingresos / instrumentos para reanudar / desarrollar / crear esta actividad?

Agrego mi pregunta a la lista. No hay nada que las grandes corporaciones que controlan el planeta, así como los políticos neoliberales que los representan en las diversas instancias del Estado, teman más que la desobediencia civil. En Brasil, las limosnas que otorgan para que los más pobres sobrevivan a la pandemia apuntan a detener la posibilidad de “caos social” o “agitación social”. En otras palabras: la gente en las calles y sin nada que perder.

Desde finales de 2018, el movimiento que más sacudió la “normalidad” que los señores del mundo aprecian tanto fue la desobediencia civil de los adolescentes,  que se negaron a ir a la escuela todos los viernes . En el acto de la huelga escolar, denunciaron que los adultos les robaron el futuro al no hacer lo necesario para contener el colapso climático. Sin futuro, ¿por qué estudiar? Como son niños y adolescentes, esta fue la desobediencia civil disponible. Y cómo funcionó.

Entonces mi pregunta es, ¿cuál podría ser la mejor acción de desobediencia civil en este momento?

En el Brasil de Bolsonaro, sabemos que nuestra principal desobediencia civil es sobrevivir. Pero, además de seguir con vida, ¿cómo podemos desobedecer a los productores de muerte para crear un futuro donde podamos existir con todos los demás?

Concluyo con Ailton Krenak, porque creo que las mejores ideas vendrán de pensadores indígenas, de aquellos que saben vivir sin agotar el planeta y sin producir inequidades. Él dice: “La misma declaración de algo que vendrá más tarde anima nuestro sentido de la vida. Es la idea de posponer el fin del mundo. Posponemos el fin de cada mundo, cada día, creando exactamente un deseo real de encontrarnos mañana, al final del día, el próximo año. Estos mundos encapsulados entre sí que nos desafían a pensar en una posible reunión de nuestras existencias, es un desafío maravilloso ”.

¿Nos vamos?

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(Español) ¿Y después del virus? Los peligros por delante

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¿Y después del virus? Los peligros por delante.

Resistencias en el año de la peste

¿Cómo resurgirá nuestra sociedad de la crisis COVID-19? ¿La pandemia muestra que necesitamos más poder estatal centralizado, más vigilancia y control? ¿Cuáles son las amenazas contra nosotros y cómo podemos prepararnos para enfrentarlas?


Hace varios días, el número de muertes por coronavirus en la ciudad de Nueva York superó el número de muertos por los ataques del 11 de septiembre de 2001. Cada vez que expertos y políticos invocan el 11 de septiembre, saben que están tratando de preparar el escenario para un poco de asombro y asombro.

Los ataques del 11 de septiembre sirvieron para justificar la “Ley Patriota”, las encarcelaciones extraordinarias y la tortura, las ocupaciones de Afganistán e Irak; estas allanaron el camino para una serie de otras catástrofes, incluido el surgimiento del Estado Islámico. Mientras que 2977 civiles fueron asesinados el 11 de septiembre, la consiguiente “Guerra contra el Terror” mató al menos cien veces más que muchos civiles.

Si la comparación del 11 de septiembre muestra algo, es que la respuesta estatal a la pandemia será mucho más destructiva que el virus en sí. Repasemos cuáles son los peligros y la lógica de quienes aspiran a impulsar la respuesta del estado para prepararse para la próxima etapa de la crisis antes de que llegue. No es inevitable que lo que salga de esto sea tiranía; por el contrario, podría ser agitación.

Como afirmamos hace mucho tiempo, en otro siglo, hay una diferencia entre la vida y la supervivencia. Enfrentando la pandemia y los acaparamientos de poder totalitarios que la acompañan, ocupémonos no solo de la cuestión de cómo sobreviviremos, sino también de cómo deseamos vivir.

Así como los ataques del 11S dieron como resultado políticas que mataron a cientos de miles de personas que no tenían nada que ver con ellos, los estados oportunistas están respondiendo a la pandemia al intentar lanzar una nueva era de tiranía.

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