El Viaje del Pingüino
Alejandro Reyes
El Pingüino andaba desveladísimo el 1º de enero porque se pasó toda la noche bailando cumbias con las muchachas de La Garrucha para celebrar el año nuevo. Me van a decir ustedes, queridos y queridas radioescuchas, que es falta de responsabilidad, que las revoluciones no se hacen así, que cómo se le ocurre a alguien, por más pingüino que sea, pasársela de pachanga toda la noche, sabiendo que al otro día se va de gira para empezar la Otra Campaña. Pero imagínense lo que significa tener que andar seis meses zangoloteado en la cajuela de una moto recorriendo todo el país, lejos de su gente y de su querida selva, enfrentando peligros, retenes, hostilidades y pisotones… lo menos que se merecía el Pingüino era una buena despedida, ¿no?
Por cierto, para quien no conoce al Pingüino, tengo que aclararles que es uno de los más recientes y ya más importantes miembros del Ejército Zapatista de Liberación Nacional. No siempre fue pingüino, antes era pollo… o gallina, qué se yo. Como todos sabemos, la condición de las gallinas es pasarse la vida agachadas picando el suelo hasta que alguien llega un día, les tuerce el pescuezo y se las come. Cuando el Pingüino era gallina hacía lo mismo, andaba siempre agachado y ocupado con su eterno picoteo. Pero como creció en una comunidad zapatista, de vez en cuando se colaba al salón de clases, y de tanto oír al promotor de educación se puso a pensar, y de tanto pensar empezó a decirse que no estaba bien la cosa, que cómo que le iban a torcer el pescuezo así nomás cuando se les diera la gana. Así que un día, en plena alerta roja, cuando los zapatistas se preparaban a huir y se estaban comiendo todos los pollos para no dejárselos a los federales, el Pingüino dijo “ ¡ Ya Basta!”, y que se levanta y se pone andar como gente, con la vista en alto, y les dice a los compas: “ ¡ Epa epa, calmaditos, que yo no soy cualquier gallina, yo soy Pingüino y me respetan!” Tan impresionados se pusieron los compas que lo invitaron unírseles como asesor de la comandancia general, y ahí anda ahora con su pechera blanca con las insignias del EZLN.
Pues les contaba que el Pingüino estaba desvelado el 1º de enero, pero aún así fue el primero en levantarse y ya estaba listo en la cajuela de la moto desde temprano. Partieron así rumbo a San Cristóbal por los caminos pedregosos de la selva, el Sup manejando hacia el futuro y el Pingüino mirando hacia el pasado. Y es que eso lo aprendió de los indios: que no se puede caminar hacia adelante sin mirar hacia atrás. Los apologistas del progreso —si es que alguno escucha Radio Zapatista— se deben estar alarmando con lo que digo. “¿Cómo que mirar hacia atrás? Eso es retroceso, lo que necesitamos es mirar hacia el futuro, ¡por eso estamos atrasados!” Pos me disculpen, señores y señoras, pero retroceso es seguir creyendo ciegamente en el progreso, eso estuvo de moda en el siglo XIX y francamente nos fue de la patada. Don Porfirio y sus secuaces quisieron hacer borrón y cuenta nueva con nuestra herencia, importar el progreso del dizque Primer Mundo olvidándose de lo que somos, modernizar el país a costa de la gente, a costa de los de abajo… hasta que llegó la Revolución y los sacó a patadas.
El profesor Adolfo Gilly, que estuvo en Berkeley hace unas semanas, y que escribió uno de los libros más importantes sobre la Revolución Mexicana, dice que el zapatismo, al igual que la Revolución, no representa una ruptura con el pasado; que al contrario, ambos movimientos son una continuidad de las rebeliones agrarias desde la época de la colonia. Esas rebeliones son una manifestación de las fuerzas subterráneas de México que no pueden ser calladas. Por más asfalto que le echen encima a las ruinas del pasado, la esencia indígena del pueblo mexicano seguirá rebelándose y haciendo temblar al México mestizo hasta que se le dé su debido lugar. Por eso el Pingüino mira hacia atrás, hacia las comunidades autónomas en rebeldía que se pierden en la distancia tras la nube de polvo que deja la moto del Sup. Porque sin ellas, toda esta onda de la Otra Campaña no tendría sentido. El significado más profundo de la Sexta Declaración y de la Otra Campaña sólo puede ser entendido si miramos hacia lo que han hecho todos estos años los zapatistas en sus comunidades, la construcción de una realidad alternativa, de una otra realidad posible en este mundo en el que nos dicen y nos repiten que el capitalismo es la única vía, que se acabaron las luchas, que las utopías son tonterías y que ni modo, a consumir porque no hay otra (si es que tenemos con qué, y si no, pos ni modos).
En las comunidades donde nació y creció el Pingüino, los zapatistas han ido creando otra realidad. Formaron las Juntas de Buen Gobierno, que representan una nueva forma de organización y una nueva forma de gobernar verdaderamente democrática. Por su cuenta y sin ayuda oficial, han formado sistemas de educación y de salud, mecanismos de agricultura colectiva, cooperativas de mujeres. No que no haya problemas y que las comunidades sean una utopía. Lejos de eso, hay conflictos y continúa la pobreza y la marginación, pero lo importante es que hay un programa serio, en constante evolución, para enfrentarlas con organización y educación. Las comunidades representan un ejemplo vivo para toda Latinoamérica de lo que es posible con el autogobierno y la autodeterminación indígena.
Yo me he preguntado mucho por qué hay tantos mexicanos que menosprecian el zapatismo. He hablado con mucha gente, he leído mucho, me he metido a blogs en el Internet, para tratar de entender qué sucede. Y en todos los casos, lo que descubre uno es la ignorancia, la falta de información, el completo desconocimiento de lo que realmente ha pasado y está pasando con el zapatismo. Cuando el Pingüino, medio mareado después de su primer viaje en moto, se acercaba con los comandantes del EZLN a la plaza de San Cristóbal, rodeado de miles y miles de bases zapatistas y de mexicanos que llegaron de todas partes para dar inicio a la Otra Campaña, observó cómo el gobierno les iba apagando las luces de la avenida conforme avanzaban. Es lo mismo que ha sucedido en los últimos cinco años. Cuando los zapatistas, después de que el gobierno de Fox traicionó nuevamente los Acuerdos de San Andrés en 2001, decidieron interrumpir el diálogo y dedicarse a la construcción de las comunidades autónomas, el gobierno y los medios de comunicación les apagaron las luces. Por eso mucha gente no entiende el significado del experimento zapatista, por eso no se han dado cuenta de que en su propio país se están construyendo alternativas mucho más humanas y más dignas para un mundo descarrilado.
Pero tengo la impresión que las luces no se van a quedar apagadas. El Pingüino y el Delegado Zero visitaron desde el 1º de enero las ciudades y pueblos de San Cristóbal de las Casas, Palenque, Chiapa de Corzo, Tuxtla Gutiérrez, Tonalá, Joaquín Amaro, San Isidro y Huixtla. Ayer regresaron a San Cristóbal y hoy van en camino nuevamente a Palenque, de donde saldrán mañana rumbo a Quintana Roo. En todos esos lugares han sido recibidos por miles y miles de gente, mujeres, hombres y niños que están dispuestos a entrarle a construir un México y un mundo mejor. Son reuniones sui géneris , rarísimas, tan raras como un pollo disfrazado de pingüino. Porque, a diferencia de las campañas habituales, los participantes son la gente sencilla, los de abajo, los que luchan desde afuera del poder. Y el propósito no es hablar, decir, prometer, sino escuchar e ir formando redes, tejiendo alianzas, uniendo luchas. Estas reuniones son una verdadera lección sobre nuevas formas de hacer democracia. En ellas van surgiendo las historias, repetidas una y otra vez, del despojo y la miseria provocados por las últimas décadas de políticas neoliberales.
Hace unos días el presidente Fox, que tiene una habilidad casi tan asombrosa de decir tarugadas como el presidente Bush, dijo que no es cierto que la emigración tiene que ver con la pobreza, que los mexicanos que emigran a los Estados Unidos sí tienen empleo en México. Ahí díganme ustedes, paisanos que nos escuchan… ¿a poco no se vinieron para acá, arriesgando sus vidas y dejando a sus familias, nomás por puro gusto, por malcriados y malagradecidos, porque no saben apreciar todas las oportunidades que les brinda su país? Ni los propios panistas se la creyeron. Pero es que ¿cómo van a poder seguir diciendo que el neoliberalismo, la privatización, el capital, son la solución a todos los males del mundo, cuando todo indica que hay cada día más desigualdad, cuando más y más gente tiene que huir del país en busca de oportunidades, cuando el crimen y la violencia en las ciudades se vuelven cada vez más explosivos?
Pero volvamos a la Otra Campaña. Por más prestidigitaciones que el presidente Fox quiera hacer con estadísticas misteriosas, por más invisibilidad que se les quiera imponer a todos los que vienen sufriendo la exclusión y la miseria, no se puede tapar el sol con un dedo. No es por acaso que en tantas partes de Latinoamérica estén surgiendo movimientos sociales de abajo capaces de desafiar los poderes establecidos. No es por acaso que en Sudamérica uno tras otro de los países estén viviendo un cambio hacia la izquierda. Y eso me lleva a cuestionar el significado de la Otra Campaña en el contexto de los nuevos movimientos de izquierda latinoamericanos. Hace 15 años la izquierda latinoamericana había perdido la brújula, desorientada tras la caída del muro de Berlín y el fin del comunismo soviético. En su famoso artículo “El fin de la historia”, el economista norteamericano Francis Fukuyama vinculó en la época la democracia a las políticas económicas de libre comercio y anunció el fin de la lucha ideológica. La victoria del capitalismo, según Fukuyama, significaba la victoria de la democracia y del bienestar universal. En ese contexto, la lucha ideológica de la izquierda se volvía anacrónica, irrelevante. Pero las crisis sociales, económicas y políticas que han resultado de ese capitalismo desbocado desmienten elocuentemente las previsiones de Fukuyama y sus seguidores. El movimiento zapatista, que en 1994 se llamó a sí mismo “el despertador mexicano”, fue una de las primeras voces de alarma en Latinoamérica y anunció el despertar de una nueva izquierda post Guerra Fría. Por eso yo pienso que todos esos movimientos, a pesar de sus muchas diferencias y desencuentros, son parte de un mismo fenómeno. Podemos discutir si el gobierno de Brasil y el de Argentina son o no “de mero izquierda”, como diría Marcos, o si el gobierno de Chávez es realmente un modelo a ser emulado en Latinoamérica. Sea como sea, hay un movimiento muy claro en dirección opuesta a lo que hace unos años parecía ineludible. La Sexta Declaración es una propuesta sin duda muy diferente a lo que sucede en otros países. Y sin embargo a nadie le pasó desapercibido la coincidencia entre el inicio de la Otra Campaña y la elección de Evo Morales en Bolivia. Esa elección es el resultado de un movimiento de abajo y a la izquierda, un movimiento indígena que le dijo Ya Basta al despojo que venía sufriendo el pueblo a manos del capital extranjero y los poderes oligárquicos. Felipe Quispe, líder del Movimiento Indio Pachacuti, afirmó que el zapatismo es para ellos un referente, y anunció que este año el Movimiento realizará movilizaciones de solidaridad en Bolivia con la Otra Campaña.
Aún es temprano para saber hacia dónde va este resurgimiento de la izquierda latinoamericana y qué papel desempeñará el zapatismo. Lo que cada día es más evidente, sin embargo, es el papel fundamental que los indígenas están desempeñando en el planteamiento de una nueva dirección para nuestro continente. Después de 500 años de genocidio, de opresión, de exclusión, de represión, los indios están levantando la cabeza y nos están enseñando nuevas formas de ser, más auténticas y más humanas, más nuestras, caminando hacia adelante y mirando hacia atrás.