En febrero de 2006, el compañero Alejandro y yo empezamos a planear un viaje en moto desde San Francisco, California a San Cristóbal de las Casas, Chiapas. La idea original era juntarnos con la caravana de la Otra Campaña en Chihuahua a principios de junio y seguirla por el norte de México, produciendo reportajes de radio para una estación del otro lado con que trabajamos. Obviamente, estos planes cambiaron súbitamente el 4 de mayo, con la represión en Atenco y la decisión de la caravana y del Delegado Zero de quedarse en el DF.
Este artículo, pues, reflexiona sobre los cambios en la primera etapa de la Otra Campaña desde, digamos, una perspectiva norteña. Se basa en las entrevistas que grabamos durante el mes de junio en tres ciudades de tres estados del norte del país: Ciudad Obregón, Sonora; Hidalgo de Parral, Chihuahua; y Zacatecas, Zacatecas. Los ejemplos sirven para indicar un punto de partida para reflexionar la división dentro de este recorrido que concibe un “antes” y un “después” (es decir, Atenco), dos etapas sumamente diferentes que asimismo han tenido efectos sumamente diferentes en las organizadoras distribuidas por el país.
Ciudad Obregón, Sonora
Sonora parece ser uno de los estados en donde organizar la Otra ha experimentado más dificultades. Florencio y Margarita, quienes nos recibieron, describieron en términos longue duree una izquierda radical que durante muchos años ha luchado para construir un mensaje coherente. Las elecciones del '88 fueron un momento crítico, cuando la fundación del PRD absorbió a muchos de estos activistas a la vía de la política oficial.
En las palabras de Florencio, sin embargo, la Otra y su enfoque en lo de abajo renovaron el movimiento local. Las organizadoras en Obregón habían estado trabajando con jóvenes, dando talleres de concientización cuando la venida inminente del Subcomandante Marcos creó una nueva ola de interés. Individuos de ciudades cercanas, como Guaymas y Navajoa, empezaron a comunicarse con Margarita sobre la visita de la caravana. Quedaban algunas divisiones internas, pero en general la visión parecía relativamente optimista.
La decisión de la caravana de quedarse en el DF, por un lado, puso fin a la burbuja de euforia en Sonora. Mucha gente—los cuales, según Margarita, “sólo estaban para tomar una foto con Marcos”—dejó de asistir a las reuniones y talleres e incluso de comunicarse a través de correo electrónico. Aunque los que quedaron eran los comprometidos, parece que después de Atenco las cosas en Obregón han perdido fuerza. Cuando hablé con Florencio y Margarita un mes después en la Asamblea Plenaria en la Ciudad de México, me expresaron la esperanza de que la próxima etapa del recorrido llegue pronto a Sonora para “catalizar” el movimiento. Entre tanto, siguen trabajando.
Hidalgo de Parral, Chihuahua
Rigoberto, nuestro anfitrión en el lugar donde Pancho Villa fue asesinado, nos presentó las dificultades de organizar la Otra en una sociedad sumamente conservadora. Trabajando con diferentes grupitos de jóvenes ha formado un conjunto que se reúne cada semana en el céntrico parque Miguel Cervantes. Su mayor lucha ha sido la de suavizar las diferencias entre los propios miembros, quienes, de manera muy parecida a la Otra Campaña en general, representan visiones e ideologías distintas— punks , anarco- punks , darks , y rockeros, entre otros. Hay algunos que parecen haberse metido un poco más en la lucha, mientras otros parecen disfrutar más de la compañía de amigos (y de la mota). No obstante, han formado vínculos estrechos a través de su “diferencia” colectiva, su look , su actitud, su música. En Parral, enfrentan no sólo el rechazo social sino también el acoso de la policía, que incluye sistemáticas humillaciones e intimidaciones.
Si estas experiencias no son estrictamente políticas, sí sirven como base para la construcción de una identidad de oposición política, una conciencia que surge de una relación de subyugación. La esperada venida del Delegado Zero tal vez ayudó a sacar a estos jóvenes de las sombras de una sociedad conservadora y colocarlos en una corriente de inclusión y aceptación, bajo la iniciativa de organizadores como el “profe” Rigoberto.
Es interesante sin embargo que la decisión de ponerle pausa al recorrido parece haber tenido pocos efectos en el grupo parralense. Efectivamente, la mayoría de los jóvenes sigue con el grupo, quizás por el compañerismo y el sentido de lucha común más que la posibilidad de ver a Marcos. Aún así, Rigoberto afirma, las reuniones siguen incipientes—están apenas empezando a tocar asuntos políticos, y para llevar a cabo acciones políticas hace falta mucha formación.
Zacatecas, Zacatecas
El Colectivo Sin Nombre opera de un local a la vuelta de la catedral, lleno de revistas, camisetas, pósteres, y otra parafernalia zapatista. En un rincón, el grupo, compuesto de estudiantes activistas y ex miembros del FZLN, se reúne para discutir propuestas y planear acciones. En nuestra entrevista, los Sin Nombre observaron una clara división entre pre- y pos-Atenco. Antes ellos se habían enfocado sobre todo en la logística de la visita del Sup. La parada les impulsó hacia una lógica más activamente política, a tomar conciencia de que ellos mismos—y no el Delegado Zero ni el EZLN ni la caravana— son la Otra.
A partir de allí se da una serie de acciones colectivas. Nos contaron de una en que pretendían colgar mantas denunciando la violencia en Atenco y exigiendo la libertad para los presos políticos de los puentes que pasan sobre la carretera que entra al centro de la ciudad. Pero hay casi 30 puentes, y el Colectivo no podía solo. Así que con otros colectivos y organizaciones zacatecanos se organizaron, planearon, y llevaron a cabo la acción con éxito—los pequeños grupitos en cada puente fijaron sus mantas a un mismo instante predeterminado. Un miembro del colectivo, Vladimir, contó que allá en el puente no había sentido el valor de la acción—una sola mantita, y los conductores abajo sin reacción tangible. Pero de regreso en el local, cuando todos juntos se pusieron a reflexionar con un video que alguien había grabado del desfile de mantas, se dieron cuenta del poder de todas estas mantas como conjunto.
Después de Atenco, entonces, los Zacatecanos empezaron a imaginar una serie de tareas nueva, basadas en un esfuerzo de poner en práctica las propuestas teóricas de la Sexta Declaración a través del trabajo político de base. Tan importante como este trabajo político, sin embargo, es la incorporación de un amplio espectro de organizaciones izquierdistas y el entendimiento que la inclusión es la clave para cualquier éxito. Y, sobre todo, la conciencia de que todos los adherentes son los que forman la Otra Campaña y, como tal, no hay que esperar la visita del Delegado Zero para comenzar.
Un pequeño espacio de reflexión
Estos ejemplos quizás son demasiado burdos, pero sirven para sugerir varios temas de reflexión. Tenemos que reconocer, para empezar, que muy lejos de un “oído” objetivo la caravana (sobre todo la presencia carismática del Delegado Zero) ejerce una fuerte influencia en los enfoques, experiencias, y estrategias de las organizadoras locales de la Otra Campaña. Y no me refiero solamente al papel catalizador de Marcos, que, como señaló Margarita, atrae las cámaras tanto como una celebridad. Es tanto el llegar como el no llegar de la caravana, tanto Marcos como la oportunidad de hablar y ser escuchado y escuchar, y la desaparición de esta oportunidad, que entran en discurso con los actores humanos y el complejo tejido de contextos históricos, políticos, geográficos, y lingüísticos de cada espacio para producir la respuesta dada.
En este caso y para estas personas y organizaciones, desde luego, la caravana simplemente no llegó. La línea analítica fácil sería una crítica de la Otra Campaña por su fracaso. Pero lo curioso es que se dan resultados diferentes en los tres lugares. Por un lado más esperado, tenemos la pérdida de interés, el retiro de algunas personas. La desilusión de no poder ver a Marcos, o, más interesante, el desacuerdo con la decisión, o el deseo de compartir una lucha personal—sin cumplir. Pues hay que recordar también que Marcos no representa el único atractivo de la Otra.
Por tanto, me pregunto qué habría pasado en, digamos, Parral si la caravana sí hubiera llegado. ¿La experiencia habría empujado a los jóvenes hacia una conciencia y una forma de lucha más explícitamente políticas? O ¿se habría desinflado el movimiento después de su partida? Y luego, ¿en Ciudad Obregón?
Estas preguntas nos llevan a otro nivel de complejidad porque vemos que la respuesta no es tan sencilla. Existe la posibilidad dialéctica, como en Zacatecas, de una creatividad que busque llenar la ausencia de todo lo que es la caravana, toda la experiencia y la participación, todo esto que no se da. Un estudiante del materialismo histórico tal vez podría señalar las condiciones objetivas y subjetivas necesarias para producir tal resultado. Pero también podemos partir de estos ejemplos que indican la importancia de una internalización del mensaje de la Sexta y la Otra por parte de los grupos y organizaciones locales, un reconocimiento de su papel en la construcción de un mundo donde quepan muchos mundos. Me parece que con esto ya podemos empezar a hacernos la pregunta que quedaba: ¿cómo imaginamos y cómo queremos la próxima etapa del recorrido?