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Comité en Solidaridad por Kurdistán

Defendamos la vida en Rojava en tiempos de COVID-19

Intelectuales, académicas y académicos, organizaciones sociales y políticas firman “Defendamos la vida en Rojava en tiempo de Covid-19” un llamado lanzado desde la Ciudad de México por el Comité en Solidaridad con Kurdistán-CDMX en el marco de la Jornada Global por la Vida “El Encierro No Me Calla”.

Firma aquí.

[English] [Français] [Português]

Hoy, nos expresamos frente al contagio del Covid-19 en el Norte de Siria, riesgo desencadenado por el sistema capitalista, racista y patriarcal. Desde nuestra solidaridad en el continente que habitamos, con atención al Medio Oriente y al Kurdistán y simultáneamente hacia México, Argentina, Venezuela, Colombia, Honduras, Guatemala, Chile, Bolivia, Ecuador, Brasil, Paraguay y todo Centroamérica asumimos la emergencia del Covid-19 en términos de migraciones transnacionales en contexto de guerra, militarización y despojo. Vemos los efectos de la pandemia manifestarse mientras crece el contagio de los desplazamientos forzados, los asesinatos de las personas defensoras del territorio, los y las presas políticas, las personas refugiadas creadas por la guerra y los golpes de Estado. Mientras desde México desafiamos el aislamiento impuesto por el Covid-19 siguiendo nuestras actividades organizativas y generando redes de apoyo mutuo y solidaridad, declaramos lo siguiente:

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Geocomunes

Análisis General del Proyecto de Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec

Compartimos este análisis publicado por GeoComunes sobre el Corredor Transístmico – Abril 2020 (Descargar aquí)

Este texto es la síntesis de la investigación que hemos realizado en los últimos meses alrededor del proyecto llamado Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec. Este trabajo, como todos los que hacemos desde el colectivo, se ha enriquecido con el diálogo y el trabajo colaborativo con muchas organizaciones hermanas, y busca ser un material de apoyo para la información y discusión entre las comunidades directamente afectadas, así como también entre el resto de la sociedad.

ÍNDICE

  • Mapa 1. Las necesidades del capital por acelerar la circulación del comercio, frente a las necesidades de los pueblos que habitan estos territorios
  • Mapa 2. El Transístmico es mucho más que un ferrocarril interoceánico: es un proyecto de producción y transporte de mercancías.
  • Mapa 3. Los primeros contratos han sido para la modernización de las vías,
  • Mapa 4: Insuficiente Información en las Manifestaciones de Impacto Ambiental sobre los tramos a “renovar” y la posibilidad latente de que excedan el Derecho de Vía.
  • Mapa 5. Energía en el sur-sureste del país y en el istmo de Tehuantepec
  • Mapa 6. Coatzacoalcos: la concentración de la cadena de extracción, transformación y transporte de hidrocarburos
  • Mapa 7. La cadena de explotación de hidrocarburos en la zona norte del istmo
  • Mapa 8. El Corredor Interoceánico detonaría más megaproyectos en la zona sur del istmo de Tehuantepec
  • Mapa 9. Concesiones mineras vigentes y en trámite en el istmo de Tehuantepec
  • Mapa 10. Ampliación del puerto de Salina Cruz
  • Mapa 11. Las comunidades agrarias bajo amenaza por el proyecto transístmico
  • Mapa 12. Las piezas del proyecto de reconfiguración del Sureste

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Frayba

Amenazas a la vida del defensor comunitario Padre Marcelo Pérez Pérez

El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas, A.C. (Frayba) manifiesta su preocupación por hechos de amenazas de muerte y vigilancia al Padre Marcelo Pérez Pérez (Padre Marcelo), párroco en el municipio de Simojovel de Allende, en Chiapas, México. Hostigamientos que también ponen en riesgo la seguridad de su equipo pastoral y de la población en general.

El 29 de marzo de 2020, aproximadamente a las 7:00 horas, un hombre vestido de civil tomó fotografías a las y los colaboradores de la Parroquia de Simojovel, quienes se encontraban en actividades a la entrada de la iglesia de San Antonio de Padua. Los hechos se registraron desde una ventana de un hotel cercano. La persona que realizó este acto lo hizo de manera evidente para que fuera vista y se notara su presencia.

El 02 de abril de 2020, un colaborador cercano al Padre Marcelo recibió una llamada telefónica para advertirle que tuviera cuidado porque andaban pidiendo los datos de las personas que trabajan en la parroquia.

El 05 de abril de 2020, el Padre Marcelo recibió información que un hombre en Simojovel dijo: “En todo se mete el padre, hay que darle un plomazo…”, este tipo de amenazas se han hecho visibles de manera reiterada incluso en redes sociales.

El día 6 de abril, aproximadamente a las 12:30 horas, el Padre Marcelo recibió una llamada telefónica de quien se identificó como: “Coronel“ para ofrecerle seguridad a él y a la feligresía de su parroquia: ¿Le interesa la vida de la paz y la tranquilidad de sus fieles seguidores sus feligreses o no le interesa padre?…Ahora yo le digo muy bien, quiero hacerle saber Padre, que de este llamado el cual usted y yo mantenemos, de este llamado depende la vida, la paz y la tranquilidad de cada uno de los suyos […] este llamado no es una broma, […] de usted depende que no se desate una masacre entre sus feligreses […], podemos darle una solución pacífica y usted ya ha sido avisado”.

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Radio Zapatista

Determinaciones sociales de la pandemia: Una mirada desde Chiapas

Este 20 de abril de 2020, un número de organizaciones sociales, asociaciones civiles y colectivos publicaron un Pronunciamiento por la vida en el que analizan las dimensiones sociales de la pandemia del COVID-19 y ofrecen insumos para generar estrategias para enfrentar solidariamente la situación, tanto a nivel nacional como en el contexto específico de Chiapas. Se trata de organizaciones y colectivos que desde hace años han trabajado por la defensa y promoción de derechos humanos, civiles, políticos, económicos, sociales, culturales y ambientales en Chiapas.

En conferencia de prensa transmitida ese día por Rompeviento TV, integrantes de algunas de las organizaciones firmantes detallaron el análisis de las dimensiones sociales de la pandemia en el contexto de Chiapas: Ana Valadez Ortega (investigadora de CECCAM e integrante de DESMI), Deyanira Clériga Morales (colaboradora de Voces Mesoamericanas y Acción con Pueblos Migrantes), Marcos Arana Cedeño (director del Centro de Capacitación Ecológica y Salud para Campesinos) y Pedro Faro Navarro (director de Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas).

Como explicó Ana Valadez, el proceso de discusión colectiva surgió a partir de una iniciativa por parte de trabajadores y trabajadoras de la salud que trabajan desde hace 30, 40 años en la salud colectiva en Chiapas, muchos de ellos formando a un gran número de promotores y promotoras campesinos a lo largo de varias décadas, desde el refugio guatemalteco hasta el proceso de conformación de la salud autónoma de las comunidades zapatistas. Fue la conciencia adquirida en esos años de trabajo lo que los llevó a examinar las determinaciones sociales de la pandemia, una discusión “que ha surgido en el seno de una agenda de discusión crítica de los grandes pensadores de la salud a nivel latinoamericano”.

Marcos Arana analizó los orígenes y las consecuencias de la pandemia. El virus SARS-CoV-2, la variante del coronavirus que provoca la enfermedad del COVID-19, argumenta Arana, no es de origen “natural”; su mutación es producto del sistema de producción agroindustrial de alimentos, mismo que ha dado origen a otras enfermedades como la del A H1N1, que surgió en México en una granja porcina en 2009, y que muy probablemente seguirá dando origen a nuevas enfermedades.

Por otro lado, Arana apuntó a las disparidades en las consecuencias de la pandemia. Las diferencias en el acceso a la información, el hacinamiento, la mala alimentación, el poco acceso al sistema de salud, la desnutrición, la prevalencia de enfermedades de mayor incidencia en la pobreza (como la obesidad y la diabetes)… todo eso hace que los de abajo, los menos privilegiados, sufran consecuencias de la pandemia mucho más graves.

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La Reci

Todo lo que nos queda es (el) ahora [libro]

TODO LO QUE NOS QUEDA ES (el) AHORA

Textos con corazón y dignidad sobre la pandemia de nuestro tiempo

(Descarga aquí)  

Este libro, publicado por La Reci y OnA, contiene cuatro partes que, como dicen la “Invitación a leer”:

… no son esquina de un cuadro, están cada una en todas las otras partes de la vida-el texto-el cuerpo: las genealogías (de donde viene esto), la explicación (algunas cosas importantes que hay que decir/escuchar de cómo nos estamos sintiendo y reorganizando), el contar (por que es importante contar con nosotrxs mismos), y el tejer ( las propuestas, los vínculos, los desafíos). Al final hay un texto, que es el sentir y el corazón de este volumen: un texto indígena y autónomo. Ese texto siempre estuvo aquí, como dice Leanne Simpson, pero muy pocos podrían verlo.

El libro de autoría colectiva contiene textos de: Achile Mbembe, Ana G. Fernández, Andrés Kogan, Antonio Méndez Rubio, Alonso Gordillo, Asamblea en Defensa del Territorio Maya, Carlos Taibo, Chuang, CrimethInc, Duen Sachi, EZLN, Elena Salamanca, Emmanuel Rozental, Indígenous Action Media, Gabriela Contreras, Giorgio Agamben, Jade Begay, Leo Rodríguez, Marcello Tari, María Álvarez, María Galindo, Melissa Cardozo, Óscar Martínez, Paul B. Preciado, Sayak Valencia, Sherronda J. Brown, Virginia Cardozo y Yásnaya E. Aguilar.

Lee y/o descarga aquí.

Más información, pedidos y envíos: lareci.taller@gmail.com

Fuente: pensarecartoneras.wordpress.com

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FilosofíaLibre

Capitalismo y pandemia [libro]

Este libro, recién publicado por la editorial FilosofíaLibre, contiene 16 ensayos sobre la pandemia del COVID-19, publicados entre EL 21 de marzo y el 16 de abril de 2020, no incluidos en el libro Sopa de Wuhan, por los siguientes autores:

Yásnaya Elena Aguilar, Jorge Riechmann, Emanuele Coccia, Franco “Bifo” Berardi, Rodrigo Karmy Bolton, Arundhati Roy, Alejandra Castillo, Fernando Savater, Amelia Valcárcel, Fabio Seleme, Enrique Dussel, Maurizio Lazzarato, Naomi Klein y anónimos.

Descarga aquí.

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Jérome Baschet

¿Qué es lo que estamos enfrentando?

Por Jérome Baschet (Vía Comunizar)

Muchas preguntas y algunas perspectivas en tiempos de coronavirus

Bien puede decirse que el Covid-19 es una enfermedad del Capitaloceno, que nos hace entrar de lleno en el siglo XXI. Por primera vez, nos hace sentir de manera tan aguda y tangible la verdadera amplitud de las catástrofes globales que van a marcar los tiempos por venir[i].

Pero falta entender con más precisión lo que nos está pasando, tanto en lo que se refiere a la epidemia provocada por el SARS-CoV-2 como a las políticas sanitarias adoptadas para frenarla, al precio de una parálisis impresionante de la economía. Sin esos requisitos, no habría cómo identificar las oportunidades que podrían abrirse en circunstancias tan inéditas. No hay nada asegurado. Atrapados en el remolino de las noticias, cada día más sorprendentes o desconcertantes, uno titubea. Muchas veces, no logramos creer ni lo que vemos ni lo que escuchamos, ni nada de lo que sentimos. Más vale admitir que las certidumbres vacilan, al igual que muchas hipótesis previas. Sin embargo, hay que empezar y tantear algo, aunque sea provisoria y parcialmente, mientras esperamos que elaboraciones colectivas más afirmadas tomen el relevo.

 Enfermedad del Capitaloceno y capitalismo como enfermedad

¿En qué medida se puede ligar la actual pandemia a la dinámica del capitalismo? La cuestión es y estará en el corazón de las luchas políticas abiertas por la crisis del coronavirus. Las fuerzas sistémicas harán todo lo posible para naturalizar la pandemia e imponer una comprensión profundamente a-histórica de la misma. Es lo que hizo, apoyándose paradójicamente en su autoridad de historiador, Yuval Noah Harari, autor del best seller mundial titulado Sapiens[ii]. Su discurso es la quintaescencia de la ideología que conviene a las elites del mundo de la Economía, y que tratarán de difundir en el contexto de la crisis actual. Según Harari, la existencia de muchas pandemias en el pasado es suficiente para demostrar que no hay razón para incriminar a la globalización, haciendo de ella la responsable de la pandemia de Covid-19. En consecuencia, sería del todo erróneo que la actual crisis sanitaria lleve a tomar medidas en contra de las dinámicas globalizadoras. Por el contrario, hay que celebrar los avances triunfales de la ciencia, que refuerza permanentemente las barreras entre el mundo de los hombres y el de los virus; y hay que confiar en los especialistas de la salud y en las autoridades políticas, para proteger eficazmente las poblaciones y asegurar, en la cooperación y la confianza mutua, la buena marcha del orden mundial. ¡Extraordinario concentrado de la ideología dominante, en el cual podemos apreciar el vínculo entre la naturalización de la epidemia y la legitimación del mundo de la Economía! Es precisamente por esto que se hace necesaria una contra-lectura propiamente histórica.

Es obvio que las pandemias no han esperado al capitalismo para causar estragos, incluso peores que los del Covid-19. Pero es de muy mala fe concluir, sobre la base de esta evidencia, que son fenómenos puramente naturales, a los que la humanidad habría sido confrontada desde siempre, de la misma manera y por las mismas razones. Las pandemias son, más bien, realidades que trasgreden la disociación moderna entre naturaleza y sociedad. Dependen en buena medida de las interacciones entre los medios naturales y los modos de organización de los colectivos humanos. Por ejemplo, el surgimiento de las principales enfermedades infecciosas que afectan a la especie humana está estrechamente relacionado con una de las más grandes mutaciones de la historia, cuando se formaron las primeras sociedades agrarias y en parte sedentarias[iv]. Lo que podemos seguir llamando “revolución neolítica”, pese a la lentitud no lineal del proceso, ha creado las condiciones de una promiscuidad totalmente nueva entre humanos, animales domésticos y roedores, como los ratones, atraídos por las reservas alimenticias. Es lo que ha favorecido la transmisión al hombre de los agentes patógenos propios de diversas especies animales, provocando la emergencia de las grandes enfermedades infecciosas que, desde ese momento, han afectado a la humanidad: el cólera, la viruela, las paperas, la rubeola, la gripe, etcétera. Entonces, es preciso identificar, como causalidad directa del surgimiento de las principales enfermedades infecciosas, con carácter endémico o epidémico, lo que puede considerarse como uno de los mayores puntos de inflexión en la historia de la humanidad: el paso de las sociedades de cazadores-recolectores a las sociedades agrarias (aun si conviene evitar un análisis demasiado simple y evolucionista de esta dualidad). Y bien podemos establecer un paralelismo entre ese momento propio de las mutaciones del neolítico y el que estamos viviendo ahora, por la acumulación exponencial de los efectos mortíferos del capitalismo-hecho-Mundo.

Ciertamente, entre esos dos momentos claves existieron otras pandemias que se desarrollaron sin que pareciera posible relacionarlas tan claramente con una modificación cualitativa de las interacciones entre la organización social y el medioambiente. Aquí, tenemos que mencionar la peste bubónica (yersinia pestis) que asoló el mundo mediterráneo y euroasiático desde los siglos VI-VIII hasta el siglo XVIII, y cuyo episodio más dramático fue la Peste Negra que, a partir de 1348, diezmó en Europa entre un cuarto y la mitad de la población, según las ciudades y las regiones. Se ha mostrado recientemente que la difusión de la Peste Negra, trasmitida al hombre por la pulga de la rata, podría estar ligada a una modificación climática, evidentemente no antropogénica[v]. El fin del período cálido medieval, que había prevalecido entre los siglos X y XIII, provocó perturbaciones del equilibrio anterior y, en especial, un crecimiento de la humedad que habría traído una multiplicación de roedores, y también de sus parásitos, favoreciendo el salto de especie del virus hacia el hombre. Éste se habría producido en la región de la meseta de Quinghai, al norte de Tíbet, probablemente hacia el año 1270. Posteriormente, las caravanas de mercaderes llevaron el agente patógeno hacia Kirguistán, donde hay testimonios de su presencia en 1338. En 1346, llegó hasta el Mar Negro, de donde los navíos que comerciaban entre las partes orientales y occidentales del Mediterráneo los llevaron a Mesina y Génova, en Italia. De allí se difundió muy rápidamente en toda Europa. Más allá de las similitudes superficiales con el Covid-19 (el origen chino de la zoonosis y su transmisión hacia Europa por las rutas de intercambio), podemos resaltar importantes diferencias, empezando por la extrema lentitud de la difusión de la peste: tardó 70 años para cruzar los 2.000 kilómetros que separan Quinghai y Kirguistán, y 80 años en total para unir China con Europa, en tanto que el SARS-CoV-2 pudo cubrir la misma ruta en tan sólo unas cuantas semanas. Esto nos puede dar una idea de la diferencia de escala entre la globalización actual y lo que, a veces y sin muchas precauciones, se califica de “primeras mundializaciones”, a partir del siglo XIII y más claramente del siglo XVI. Por otro lado, la peste del siglo XIV se mantuvo limitada a Europa, Medio Oriente y el Mediterráneo, lo que no puede compararse con la pandemia verdaderamente planetaria del Covid-19. Finalmente, si bien el cambio climático que parece haber desencadenado la expansión del yersinia pestis no debe nada a la acción humana, no es menos significativo constatar que el salto de especie del agente patógeno fue favorecido por una modificación de los equilibrios entre grupos humanos y otros seres vivos.

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Redacción La Tinta

La pandemia como síntoma del Capitaloceno: la arrogancia de la Razón

El virus que hoy nos interpela a todxs ha venido a poner en cuestión el actual modelo de civilización. En esta serie de artículos, la Ecología Política nos ayuda a mirar las angustias y desafíos de nuestro presente y a tejer sentipensares desde la esperanza: para construir juntxs nuevos rumbos posibles, para que la pandemia valga la pena.

Por Horacio Machado Aráoz – Colectivo de Investigación de Ecología Política del Sur* para La tinta 

“Y tal vez la primera prueba de fuego sea el abandono sin nostalgia de la herencia de un siglo XIX fascinado por el progreso de las ciencias y las técnicas, con la ruptura del lazo establecido en aquella época entre emancipación (…) y la fábula del hombre ‘creado para dominar la naturaleza’ por la epopeya de una conquista de esa misma naturaleza por medio del trabajo humano. Definición seductora, pero que implica una apuesta por una naturaleza ‘estable’, disponible para esa conquista”.

Isabelle Stengers

Vivimos en una sociedad nacida de la arrogancia de la Razón. Todavía mayoritariamente, hay quienes con orgullo se reivindican hijxs de esa Razón imperial. Con esa lógica y con ese espíritu, las élites políticas y científicas del mundo enfrentan la pandemia. Apelando a una receta ya obsoleta, epidemiólogos y gobernantes de todo el globo interpelan a sus respectivos pueblos convocándolos a “la guerra contra el virus”.

Es asombroso ver con qué naturalidad este discurso de guerra se instala y circula aproblemáticamente entre lxs habitantes contemporáneos del mundo globalizado. Si bien esto, hasta cierto punto, es bastante esperable –pues nada más emblemático que la guerra como acto reflejo de este modelo civilizatorio-, no cabe desconocer que la lógica de la guerra es doblemente inconveniente para estos tiempos.

En términos coyunturales, nos hace correr justamente hacia la dirección contraria a la que deberíamos ir para buscar salidas de fondo. En lugar de ampliar y profundizar la cooperación internacional, las reacciones políticas han ido por el lado de cerrar fronteras, intensificar prejuicios y actitudes racistas-clasistas y xenófobas, y abrir una competencia geopolítica por tecnologías de gestión de la crisis y el acopio de materiales e insumos médicos. En el colmo, las principales potencias entablan a los codazos una carrera narcisista por ver quién logra “dar con la vacuna”.

Al interior de las fronteras, la “excepcionalidad” del estado de guerra –como ha sido señalado- intensifica la imposición y aceptación de políticas de control, policiamiento y militarización de la vida social, lo que esta vez, dado el poder de las tecnologías disponibles, ha hecho palpables escenarios extremos de totalitarismo digital, antes sólo reservados al campo de la ficción.


Así, cuando más necesitaríamos ensayar prácticas de cooperación, de horizontalidad y organización social de abajo hacia arriba, la lógica de la guerra exacerba el régimen del individualismo competitivo y el verticalismo tecno-burocrático.


Esto que ya es muy grave, no es sin embargo todo. En un sentido más estructural y profundo, el paradigma de la guerra presupone una epistemología política ya anacrónica. Moviliza todo el imaginario modernista y reinstala subrepticiamente la legitimidad de todo el andamiaje institucional (la santísima trinidad del sistema, Estado-Ciencia-Capital) que nos condujo justamente hasta donde nos hallamos hoy parados.

El conquistador

Bajo regímenes de necesidad y urgencia, la convocatoria a la guerra contra la pandemia activa, una vez más, la vieja y perimida cosmovisión antropocéntrica, expresada en la separación entre ciencias naturales y sociales. Más aún, en nombre de la jerarquía epistémica de la ciencia, se profundiza la delegación del gobierno de Lo Común a un reducido círculo de expertos. La pragmática de la guerra no deja lugar a problematizaciones, al pensamiento crítico ni a epistemologías de la complejidad. Mucho menos a una ecología de saberes.

Así, en nombre de su presumida eficacia, la maquinaria bélica se echa a andar. Las ciencias biológicas y médicas son convocadas a estar en la primera línea de ‘batalla’; tienen la función prioritaria de atender y procurar reducir las “bajas”, proponer medidas profilácticas para contener la expansión del ‘enemigo’, y crear las armas para vencerlo. Las ciencias sociales, por su parte, son convocadas a estudiar cómo se va a afectar la “normalidad” del sistema, para luego idear medidas paliativas y de control, en lo económico, en lo social y en lo político; en todo caso, acá el objetivo es investigar qué y cómo restablecer lo más pronto posible al normal funcionamiento de las instituciones.
Por supuesto, no se trata (tal como lo hicieran políticos e intelectuales de las más variadas corrientes), de desconocer la existencia del virus en sí, ni de minimizar su incidencia sobre la biología humana sino justamente de tomarlo en serio. Eso significa revisar y reconsiderar cómo lo tratamos.

Y la verdad es que –más allá de diferencias superficiales- el trato que desde el poder se ha elegido dar al coronavirus es uniforme y típicamente moderno. Porque no hay nada más radicalmente característico de la Modernidad que esa actitud epistémica y política de absoluta desconsideración antropocéntrica hacia el resto de los seres vivos que cohabitan (con nosotros) este planeta. El sujeto moderno trata al mundo como si no fuera parte de él. Se para frente a la Tierra (incluso frente a lxs otros, de su propia especie) con la postura del conquistador. Figura emblemática si la hay, -filosóficamente enunciada por Descartes y Bacon en el siglo XVII, pero nacida antes, en el siglo XVI, como práctica política de los Colón, los Cortés, los Pizarro-, el conquistador como prototipo de la matriz de relaciones que entablamos con el mundo, condensa y resume todo nuestro tiempo y todo nuestro drama.

Quienes dirigen los destinos de la humanidad han optado, una vez más, por esa anquilosada postura para “enfrentar” al virus. Se lo trata, básicamente, como algo in-significante. Es decir, algo absolutamente desprovisto de sentido. A lo sumo, sólo lo considera en la medida en que afecta a los humanos (y acá, también –como es sabido, como parte de la política del conquistador, unos grupos de humanos importan y valen más que otros).


Más allá de eso, el sistema científico y político hegemónico no considera al virus, ni ontológica ni semióticamente en serio. No se les ocurre preguntarse sobre el sentido de su existencia en el mundo.


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La vitalidad de la Tierra

Aunque parezca mentira, prominentes científicos e intelectuales críticos –incluso encumbrados filósofos de la biopolítica contemporánea- parecen seguir apegados al viejo paradigma newtoniano. No han tomado nota del giro ontológico que –desde el interior mismo del pensamiento occidental- se ha dado al respecto, abriendo la ciencia a una nueva y más compleja comprensión del mundo-de-la-vida y un replanteo del lugar de lo humano dentro del mismo.

Desde la hybris moderna, se desconoce que un virus, como todo agente biológico, no sólo existe, sino que tiene significación en sí mismo; es un ser con capacidades teleonómicas (capacidad proyectiva de los organismos vivos, por la cual sus existencias se mueven y orientan en función de objetivos adaptativos) y semióticas. Un virus es parte de la densa red de almacenamiento y procesamiento de información biológica que se condensa en los genes; y, como tal, es también portador del proceso geológico general de (re)producción de conocimientos sobre los que se sustenta la vida en general en la Tierra.

Sólo tardíamente, después de un duro desierto obscurantista, las ciencias occidentales lograron “descubrir” esta asombrosa capacidad autogenerativa y de excedencia semiótica del mundo. De la mano de la revolución científica operada por el paradigma de la complejidad en la física y la biología principalmente, en convergencia con el llamado giro ontológico en las ciencias sociales y humanas, se vino a “caer en la cuenta” de que habitamos un Planeta Vivo. Se empezó a tomar nota de la inconmensurable complejidad de los sistemas vivos; a dimensionar la extraordinaria capacidad autopoiética-sympoiética, teleonómica y semiótica del conjunto de procesos y seres que conforman el mundo que habitamos y que –con sus propias existencias- constituyen y producen nuestras propias condiciones de (co-)existencia.

Y, fundamentalmente, como eje de esa revolución científica, el nuevo paradigma de las ciencias de la vida, o de la complejidad, vino a producir una nueva comprensión de la propia condición humana, esta vez, no ajena y extraña al mundo, sino precisamente como parte del tejido de la vida. Lo que llamamos el “mundo”, la Tierra, o la “Naturaleza” no es lo que está afuera de nosotros, no es lo “exterior” a la cultura, sino el útero nutricio de cuyo seno emerge lo humano como una expresión más de la biodiversidad del planeta. Ver y comprender la Tierra como sistema viviente, como una densa y compleja trama de materia viviente en continuo devenir, implica comprender que entre lo humano y lo no-humano no hay fracturas ontológicas, sino apenas membranas porosas por donde fluyen materia y energía, por donde fluye la vida en sí, como trama, en la que los humanos actuamos y somos a través del mundo, así como el mundo se mueve y es también a través de nuestros organismos.

Siendo que esta constatación es un saber fundamentalmente pre-moderno, pero vivo y presente aún en muchas culturas y pueblos mal-tratados por Occidente como primitivos y/o “atrasados”, esta verdad primordial viene a significar ni más ni menos que –como especie- nuestras vidas dependen –literalmente, es decir, materialmente- hasta de los más elementales seres y agentes microbianos y de los procesos y redes biogeoquímicos más básicos y rutinarios.


Sólo vivimos por gracia y a condición de mantenernos conectadxs al resto de las otras especies, a la biodiversidad en su conjunto, como expresión sinfónica de la vitalidad de la Tierra.


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Fotografía: Bello, Palacios, Vergez Meehan

Sanar

Científicamente, hoy, no podemos seguir parados en el paradigma baconiano/newtoniano de la ciencia. Necesitamos un cambio radical; una profunda mudanza civilizatoria. Contamos ya con otros horizontes epistémicos y políticos para hacerlo posible.

Con esto no estamos diciendo que las medidas sanitarias en general que se están tomando (al menos en algunos países) en el mundo sean irrelevantes o inconducentes. Al contrario, son necesarias, pero aún así, insuficientes. Y sobre todo, serán epistémológica y políticamente erradas si no se pasa de la profilaxis a la etiología de la pandemia. No tenemos que descodificar el genoma del virus sólo para conseguir una vacuna. Tenemos que abrirnos a ensayar otra hermenéutica del mundo vivo.

Necesitamos ahora, en la urgencia, reactivos de testeo, barbijos, respiradores, lugares en salas de cuidados intensivos, etc… Será preciso seguir con medidas de aislamiento y/o distanciamiento social, mientras no hallemos otros medios para evitar que la afección que nos provoca el covid-19 se propague. Pero tengámoslo claro, esas medidas no nos sanarán. Para verdaderamente sanar, tenemos que atrevernos a abrir la pregunta respecto a qué es lo que realmente nos enferma y nos mata; abrirnos al sentido etiológico profundo, ontológico y político del coronavirus: cuál es el régimen de relaciones sociales, biológicas, económicas, culturales y políticas, que incubó este microorganismo que hoy nos interpela.

Curar no es apenas sofocar los síntomas. Curar es mudar; es atreverse a cambiar la matriz de relaciones que causó la enfermedad. En este sentido, la ciencia de siglos pasados podrá detener la expansión de la enfermedad y hasta reducir la cantidad de sus potenciales víctimas. Pero esa ciencia y esa política son ya obsoletas para los desafíos que tenemos en este siglo. Esa ciencia, esa política, y sobre todo ese modo de producción de la vida social que -hegemónicamente- llevamos (o que nos lleva) seguirá produciendo pandemias. Seguirá produciendo guerras y hambrunas. Seguirá malgastando esfuerzos y derramando sangre a escala y ritmo industrial. En fin, hasta que no la demos de baja, la Razón Imperial seguirá sacrificando la vida en el altar del progreso.


Para realmente sanar, diríamos que, como especie, tenemos que atrevernos a dejar de comportarnos como conquistadorxs, y empezar a vivir como cuidadorxs y cultivadorxs de este mundo; el único que tenemos y que somos.


Si esta pandemia, con todo el dolor y el sufrimiento humano producido, nos ayudara a preguntarnos de qué realmente estamos enfermos… Si pudiera ayudarnos a descubrir y afrontar la etiología de nuestras dolencias, y hacer los cambios que debemos hacer para sanar, diríamos que sí, que esta pandemia valió la pena…

*Centro de Investigaciones y Transferencia de Catamarca (CITCA) –dependiente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y de la Universidad Nacional de Catamarca.

**Por Horacio Machado Aráoz – Colectivo de Investigación de Ecología Política del Sur para La tinta.

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Noticias de Abajo ML

CUARTO CADENAZO RADIOFONICO GLOBAL 18 DE ABRIL 2020

Cuarto Cadenazo Radiofónico Global 18 de abril 2020

Por cuarta ocasión invitamos a hacer medios libres y compartirlos en medio de esta crisis capitalista y la pandemia sanitaria del virus COVID-19. Podcast, enlaces en vivo, que de manera diversa y creativa buscan conocer otras geográfias y las formas en las que asumen este problema global.

Escuchalo por

espora.org:8000/saludparatodxs.mp3

o por esta página, las radios y medios participantes.

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CrimethInc

¿Y después del virus? Los peligros por delante

¿Y después del virus? Los peligros por delante.

Resistencias en el año de la peste

¿Cómo resurgirá nuestra sociedad de la crisis COVID-19? ¿La pandemia muestra que necesitamos más poder estatal centralizado, más vigilancia y control? ¿Cuáles son las amenazas contra nosotros y cómo podemos prepararnos para enfrentarlas?


Hace varios días, el número de muertes por coronavirus en la ciudad de Nueva York superó el número de muertos por los ataques del 11 de septiembre de 2001. Cada vez que expertos y políticos invocan el 11 de septiembre, saben que están tratando de preparar el escenario para un poco de asombro y asombro.

Los ataques del 11 de septiembre sirvieron para justificar la “Ley Patriota”, las encarcelaciones extraordinarias y la tortura, las ocupaciones de Afganistán e Irak; estas allanaron el camino para una serie de otras catástrofes, incluido el surgimiento del Estado Islámico. Mientras que 2977 civiles fueron asesinados el 11 de septiembre, la consiguiente “Guerra contra el Terror” mató al menos cien veces más que muchos civiles.

Si la comparación del 11 de septiembre muestra algo, es que la respuesta estatal a la pandemia será mucho más destructiva que el virus en sí. Repasemos cuáles son los peligros y la lógica de quienes aspiran a impulsar la respuesta del estado para prepararse para la próxima etapa de la crisis antes de que llegue. No es inevitable que lo que salga de esto sea tiranía; por el contrario, podría ser agitación.

Como afirmamos hace mucho tiempo, en otro siglo, hay una diferencia entre la vida y la supervivencia. Enfrentando la pandemia y los acaparamientos de poder totalitarios que la acompañan, ocupémonos no solo de la cuestión de cómo sobreviviremos, sino también de cómo deseamos vivir.

Así como los ataques del 11S dieron como resultado políticas que mataron a cientos de miles de personas que no tenían nada que ver con ellos, los estados oportunistas están respondiendo a la pandemia al intentar lanzar una nueva era de tiranía.

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