Imágenes de Puentes Imposibles: I. Un Rábano… | ͶÀTIꟼAƆ ⅃Ǝ | Agosto de 2024
Imágenes de Puentes Imposibles:
I
Un Rábano…
(O una cebolla, depende del caso, o cosa, según)
Agosto del 2024.
No, no me refiero a que me importe un ídem lo que digan en contra por defender a su precioso preciso. Ni de que, como “progresistas”, son rojos por fuera y blancos por dentro. Hablo de un rábano rábano. De la verdura, pues, que llaman “rábano”.
Esta pequeña historia empieza en el Viaje por la Vida, capítulo Europa. Antes de que salieran, le pedí a unos compañeros y compañeras que me mandaran fotos de lo que vieran y les llamara más la atención en los lugares que les tocarían.
Y en efecto. Después de las fotos y videos de la salida, de cómo se quedaron inmovilizados en un aeropuerto porque perdieron la conexión (gracias al apoyo del equipo de apoyo), empezaron a llegar imágenes de distintos lugares.
No, contra lo que se pueda pensar, las fotos no eran de monumentos, sitios turísticos, paisajes, paseos o selfies. Eran de las cosas que les llamaban la atención, gracias a la importancia que la delegación le daba a quienes eran sus anfitriones: personas, grupos, colectivos, organizaciones y movimientos tan distintos en color, tamaño, raza, lengua, cultura y motivación, que parecía imposible que una misma mirada pudiera abarcarles. Sin embargo, en la mirada zapatista se unían. “Nuestra familia de acá”, decían cuando caminaban los suelos de la Europa insumisa, la que no desmaya, la que no se rinde. Ahora, ya en tierras zapatistas, no es raro escuchar “nuestra familia de allá”.
Había fotos de animales, de plantas, de las comidas que recibían, de la gente, de las montañas, de los “modos” de las familias de “allá”.
De entre todas, la que más me llamó la atención fue la foto de un rábano. Claro que yo, como enemigo a muerte de las verduras, pensé que era una cebolla morada. Incluso así la catalogué: “foto de cebolla morada”.
Ya luego, cuando regresaron, la compañera que tomó la foto me aclaró que no era cebolla, sino un rábano. Con emoción cuenta:
“Acaso es cebolla. Es un rábano, pero muy otro. Es de diferente tamaño y de otro color, pero por dentro es rábano. O sea que es muy diferente que acá en mi hortaliza, pero es igual. Y estaba muy bonito el rábano. Y también siembran puerro. Que es diferente, pero es igual. Y lo que me llamó la atención es que cultivan, o sea que trabajan, para darles a otras personas que no tienen comida. O sea que no es que lo quedan con el fruto de su trabajo, sino que lo comparten con los que necesitan.”
“Y esas familias de allá, ¿acaso se desaniman? No, aunque no hay tierra para sembrar, lo buscan el modo. Por ejemplo, pura piedra y como quiera lo hacen su hortaliza. Lo que hacen es ir a buscar buena tierra, la acarrean y la ponen sobre la piedra o en macetas. ¡Y ahí lo tienen su hortaliza!”
“Yo antes tenía mi hortaliza sólo en la milpa. Pero en el viaje aprendí que también se puede en la casa. Entonces también hice hortaliza en el sitio donde vivo. Y tengo rábanos y puerros. Son diferentes a los de la familia de allá, pero son iguales.”
“No, que no es cebolla, es un rábano. El lugar se llama “Bulgaria”, capital del país que se llama “Sofía”. Le corregí entonces y ella sólo dijo “es lo mismo”, y siguió:
“Habíamos estado antes en una geografía que se llama “esloveña” y ahí también aprendimos de sus modos de cómo son y cómo luchan. En Francia nos tocó quedar abandonadas. Y mientras nos tocó quedar en la casa de una compañera que no hablaba nada de español, y yo pues hablo cho´ol así que mi español es muy otro. Mi equipo era de puras mujeres, tzotzil, tzeltal y cho´ol, y nuestro trabajo era dar plática de como mujeres que somos. Entonces nos había acompañado una ciudadana de México que se tuvo que regresar a su casa. Y cuando se fue nos dijo “no se preocupen, aquí les voy a instalar una aplicación que traduce. Ustedes sólo le hablan al celular y ya el celular lo escucha, lo traduce y lo habla en la lengua que le digan”. Pero tras que el celular no entiende el “espa-cho´ol”, ni el “tzotsi-ñol”, ni el “tzelta-ñol”, entonces traducía otra cosa diferente a lo que queríamos decir. Y la compañera que nos daba posada, pues nomás se reía. Y sufrimos un poco bastante, porque queríamos ir al baño y no sabemos dónde es. Y no sabemos cómo decirle a la compañera. Y ni modo de hacernos ahí frente a ella. Pero con señas entendió y ya nos mostró dónde es.”
“Es que no llegó el equipo que nos va a llevar a otro lugar. Y nosotras, porque éramos varias compañeras que quedamos botadas ahí, pensamos si ya nos vamos a quedar ahí toda la vida. Y luego, pues no sabemos mero el modo de esa geografía. O sea que sufrimos. Pensamos si ya vamos a morir y estamos tristes porque ahora quién va a cuidar la milpa y los animalitos. Pero entonces pensamos que no hay problema, porque seguro los compañeros zapatistas van a ver de cuidar. Pero ya luego nos encontraron y nos rescataron, y ya”.
“Estábamos organizadas, como de por sí. Entonces pues hacía mucho frío y está oscuro, y en la casa de la compañera de Francia no tienen luz. O sea, no tiene luz de la ciudad, sino que tiene su propia luz. Tiene su luz aparte. Entonces prendimos las luces de la casa y, mientras unas preparábamos el desayuno, otras están viendo de calentar agua para bañar. Y tras que entonces empieza a sonar una alarma muy fuerte y salimos corriendo porque pensamos que la casa va a explotar. Corrimos a buscar a la compañera, que ya es de edad y siempre está sonriendo, y le contamos de la desgracia. Pero ella mucho se reía y luego, con el traductor, nos explicó que no se puede todo al mismo tiempo. Que cada cosa a su tiempo. Nos reímos también. Pero antes íbamos a morir del susto.”
“Esa compañera vive sola. No le da miedo. No vive en la ciudad. Ella prefirió vivir en la montaña. Y ahí lo tiene su casa, en medio de la montaña. Está en una organización que lucha en contra de los centros nucleares. Y ahí tiene sus compañeras de lucha. O sea que está sola, pero no. También está acompañada”.
“No puedo decir su nombre de la compañera porque no sé si es su nombre civil o de lucha, entonces pues no. Y sí tenemos fotos de ella, pero no podemos publicar porque antes hay que pedirle permiso, o sea si autoriza. Y entonces hay que usar el traductor y mandar hasta su casa, pero no tiene señal de celular ahí. Pero sí cuéntalo la historia. De repente sus compañeras lo leen y le cuentan a ella cuando la vean.”
“Ella nos pidió que dejáramos nuestra huella como pintura en unos como costales. Para acordarse de nosotras, dijo. Nosotras le pusimos “Gracias. Los llevamos en nuestros corazones”. Y es cierto, esa compañera nos dejó huella con su corazón. La verdad es que sí nos hallamos con la compañera. O sea que sí estábamos perdidas, pero no. Porque con esa compañera nos hallamos”.
“No, acaso estamos pensando del marido o el novio. No, ni nos acordamos. Lo que extrañábamos era la milpa y los animalitos. Pero no lo vayas a publicar eso, porque yo a él le dije que sí lo pensé mucho”.
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Odio decirlo, pero parece que la verdura es la política por otros medios.
Vale. Salud y, como no dijo Lenin, la calabaza es el enemigo principal.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
El Capitán.
Agosto del 2024.
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