Por Vanessa Garcìa Navarro

Todo tiene un límite. No hay mal que dure cien años… ni pueblo que lo aguante. Esto todos lo sabemos, y este sábado (2) nos lo demostró Brasil cuando las calles de centenas de ciudades -ente las cuales destacan São Paulo, Río de Janeiro, Salvador y Brasilia – se inundaron con miles de ciudadanos que, con pancartas, banderas y sus voces al límite exigían salvar a su gente del hambre, la corrupción y la enfermedad, comenzando por una demanda esencial: ¡Fuera Bolsonaro!.

La protesta no sólo adquirió vida en el marco territorial de Brasil, otros 17 países entre los que figuran Alemania, Francia, Portugal e Inglaterra también se sumaron convocadas por la Campaña Nacional Fuera Bolsonaro.

Esta exigencia no es desconcertante, los actos desleales cometidos contra la nación que prometió retribuir preceden al mandatario. Fue desde enero del 2019 que, al tomar funciones, dicho presidente inauguró su lista de manejos negligentes: la inflación que encarece e imposibilita la vida digna de los brasileños y el desempleo de 14,1 millones de personas que se ven orilladas lentamente a la calle sin posibilidades de procurar un patrimonio a sus familias. A finales del mismo año, cuando la enfermedad del coronavirus comenzaba a amenazar al mundo, Bolsonaro se mostró indiferente al peligro latente y este desinterés prosiguió en el pico de la pandemia, hasta sumar 600 mil muertos por COVID-19 que han adelgazado considerablemente la población más vulnerable.

Las recientes protestas son un llamado proveniente de los partidos de izquierda entre los cuales destacan el Partido de los Trabajadores -PT, de Luiz Inácio Lula da Silva- y la Central Única de Trabajadores (CUT), pero igualmente se presentaron miembros de partidos izquierdo-centralistas -Partido Socialista Brasileño (PSB) y Partido Democrático Trabalhista (PDT)- para demostrar su inconformidad y el convergente deseo de ver a Bolsonaro fuera de la silla presidencial.

Tod@s se encontraron en las plazas y las calles exigiendo un juicio político al actual presidente, porque cuando lo intentaron hacer por las vías formales fueron ignoradas. Lo que sucede es que Arthur de Lira, quien preside la Cámara de Diputados, está aliado con el gobierno actual y no con el pueblo al que se supone debería servir, por lo cual se niega rotundamente a tramitar los ya cientos de peticiones de “impeachment” acumuladas.

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Además de Lira existen todavía más personajes que apoyan a Bolsonaro, lo cual se observó el 7 de septiembre cuando el presiente en turno convocó a mega manifestaciones que reunieron alrededor de 125 mil allegados en Brasilia y São Paulo. Y es que esta fidelidad se explica, porque este sector de la población se ve beneficiado por una magnanimidad selectiva, o mejor dicho tráfico de influencias del presidente y su esposa Michelle Bolsonaro.

Otra gota que colma el vaso de los menos privilegiados es el descubrimiento de movimientos de corrupción, tales como que el presidente y su esposa han intervenido para beneficiar a un grupo selecto de empresas, propiedad de sus amistades, con el programa de emergencia de la entidad bancaria durante la pandemia de coronavirus.

La denuncia recae sobre Michelle Bolsonaro, quien intercedió ante la Caixa Económica Federal para otorgar a empresas amigas un saldo superior al permitido por el programa de asistencia o inclusive adelantos del mismo, cuando en realidad estos créditos subsidiados por el Estado son fondos que estaban dirigidos para auxiliar a pequeños y medianos empresarios en los fatídicos tiempos de coronavirus. Mientras miembros de la comunidad brasileña sufren de hambre, se les estimula económicamente a las confiterías que abastecen de postres para las fiestas del matrimonio presidencial.

Se sabe que integrantes de las bancadas de derecha, quienes se habían separado del gobierno, se mostraron renuentes a participar en las movilizaciones; aun así, los manifestantes se sorprenden de descubrir su propia fuerza al ver su poder de convocatoria y observar cómo desciende la popularidad de Bolsonaro en las encuestas: tienen la esperanza de encender un cambio que derroque al presidente que les dio la espalda desde un principio.