“Si es tu primera marcha, bienvenida te estábamos esperando” así recibimos a las miles de mujeres que se unían por primera vez.

Alrededor del mediodía del pasado 8 de marzo,  el monumento a la Revolución se empezó a vestir con tonos violetas que se veían en prendas, pieles y paredes. Llegamos entusiasmadas, nos abrazamos. Algunas se sentaban a terminar sus pancartas y pintarse el rostro, otras más buscaban a su manada entre la multitud y quienes iban solas pedían unirse.

La marcha comenzó poco tiempo después, los primeros contingentes salieron, pero la convocatoria fue tan inmensa que muchas esperaron horas para poder avanzar. Unas no alcanzaron a llegar al monumento y se incorporaron en diferentes calles. Era un mar violeta con destellos verdes, la vista era increíble y el paisaje sonoro que más 200 mil de nosotras (es la cifra que alcanzamos a imaginar), fue inigualable.

Nos sentimos todas. A las que en otras ciudades también marchaban al mismo tiempo. A las que desde sus casas seguían las redes sociales. A las que quisieron estar y no pudieron… A las que nos quitaron y salimos a gritar por ellas. Fuimos todas.

Registramos este momento histórico donde mujeres de todas las edades, estrato social, creencias, activismos, gustos y opiniones convergimos.

Para muchas fue su primera marcha, otras llevan años saliendo para exigir mejores condiciones de bida. Juntas nos unimos para gritar nuestro hartazgo a la violencia patriarcal que a diario enfrentamos. Juntas lo estamos haciendo posible.