Pase de lista del Consejo Nacional de Huelga de 1968

Pronunciamiento de la Coordinadora de Organizaciones a 50 años de 1968.

Palabras del Comité de Padres y Madres de los 43 normalistas de Ayotzinapa

Participación del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra y la Plataforma de San Quintín

Palabras del Frente de Damnificadxs del 19 de septiembre del 2017.

Participación de la Federación de Estudiantes Socialistas de México

(Sigue este link a Indymedia México para escuchar el resto de las participaciones del mitín a 50 años de la masacre de Tlatelolco: http://mexico.indymedia.org/spip.php?article4745)

50 años después, la exigencia de Justicia volvió a retumbar en la Plaza de las Tres Culturas. Sólo que esta vez se partió en dos: cerca de la Iglesia, la exigencia aún firme y lejana del Comité del 68. Y a unos cuantos metros, casi a los pies del Edificio Chihuahua, la exigencia desesperada y desgarrada de los familiares de las casi 100 víctimas recientes de los feminicidios, asesinatos y ataques porriles en la UNAM de este siglo. Hay que decirlo: ambas exigencias sonaron sobrepuestas, sin escucharse una a la otra, encimadas e incluso estorbándose. Pero ello quizás es sólo una mala anécdota y no la metáfora de un hueco intergeneracional, aunque la represión y las tormentas no están -¿alguna vez lo han estado?- como para seguir con ese lujo -¡también histórico!- de la desorganización. Y entonces sí, minutos después de reunirnos de nuevo en Tlatelolco, la marea de rabia e indignación. Los gritos, la lucha y la marcha de hace más de cincuenta años … La marcha de esa rebeldía que no cesa ni con tanques ni metrallas. La marcha de esas resistencias que entienden bien que no se trata de pasar a la historia con letras de oro y que a los asesinos no se les brinda ni perdón ni olvido, como bien anunció el Comunicado de la Coordinación de Organizaciones A 50 años del Sesenta y Ocho:

>>Desde el minuto en el que no se nos dio la gana arrodillarnos hicimos historia. Desde hace cincuenta años sobrevivimos a los intentos del Estado por acallarnos, por esconder la verdad, por enterrarla en un país donde ya no caben nuestros muertos.

Hoy volvemos a salir por todos nuestros caídos, por nuestros desaparecidos, por quienes no nos callamos, por los miles que cuestionamos las condiciones que imperan, cuyo principal responsable es el Estado que ha preferido mantener las ganancias de una minoría a costa de nuestras vidas y que para garantizar dichas ganancias desató una guerra en contra del pueblo, un genocidio que desde mil novecientos sesenta y ocho a la fecha ha tomado diferentes formas.

En las décadas de los setenta y los ochenta esa guerra se mostró como violencia claramente ejercida por el Estado, mientras que a partir de la década de los noventa comienza a transformarse en una guerra cuyos ejecutores son aparentemente, sólo aparentemente, ajenos al Estado, tal y como sucede con los paramilitares de todo el país, grupos porriles y el narcotráfico. Sin embargo, hoy como ayer sabemos que esta violencia viene desde el Estado, de lo cual es prueba la llamada guerra contra el narcotráfico que le ha costado a nuestro país cientos de miles de personas asesinadas y desaparecidas, así como millones de desplazados por la violencia. A la par, se han exacerbado otras formas de violencia por omisión o acción del propio Estado. El feminicidio continúa incrementándose de manera exponencial al grado en que hoy asesinan a nueve mujeres al día. Estas diferentes formas de guerra en contra del pueblo de fondo han perseguido quebrar la identidad, voluntad y disposición de lucha de un pueblo que clama por convertirse en gobierno y ser sujeto de su propia historia, de un pueblo que cuenta con una fuerte y profunda tradición de lucha comunitaria radicalmente democrática y que no cesará hasta terminar con la impunidad ,la explotación y el despojo de las minorías, que por tanto tiempo han saqueado, destruido y manchado de sangre a nuestro país.

Este 2 de octubre una nueva generación se levanta de entre los escombros con el puño en alto y toma las calles exigiendo justicia. Hoy como hace cincuenta años la juventud se organiza para tomar las riendas de su propio destino y resistir contra los ataques de los grupos de choque como son los porros y los grupos represivos del Estado al que nos enfrentamos: los responsables de la desaparición de nuestros cuarenta y tres compañeros y la matanza de Tlatelolco. Hoy como ayer exigimos la disolución absoluta de todos los cuerpos represivos del Estado, pero aún más que resistir a la violencia, hoy como ayer nos proponemos luchar por la real democratización del país entero, comenzando por nuestras propias escuelas y universidades, para lo cual será necesario arrancarlas de las garras de quiénes con tanto esmero han negado la vocación liberadora y transformadora de las escuelas públicas.

En esta lucha, que es tan sólo un paso para contribuir en la transformación digna y necesaria de nuestro país, estamos hermanados con la generación del sesenta y ocho. Hoy somos los de ayer luchando hasta la victoria. No aceptaremos letras de oro ni mucho menos aceptaremos que desde el Estado se nos exhorte a considerar que ha llegado la hora de perdonar. En verdad es hipócrita pedir perdón si no hay antes un proceso auténtico, riguroso, exhaustivo y absolutamente público de esclarecimiento de las responsabilidades para que entonces se ejecuten las medidas que garanticen justicia y no repetición. El día que los genocidas estén tras las rejas, empezando por Luis Echeverría, cumpliendo las sentencias que les corresponden, sin obstrucciones ni salvedades de ningún tipo, podrán plantearse las víctimas, y no el estado, si ha llegado el momento de perdonar, más no antes.

Para los genocidas del 68, así como todos los funcionarios y narcoempresarios que han hecho de la violencia y el terror una política sistemática para garantizar la explotación, contención y negación de la voluntad del pueblo mexicano, ni perdón ni olvido, castigo a los asesinos. Ni perdón ni olvido, castigo a los asesinos. 2 de Octubre no se olvida, es de lucha combativa.