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Que corran ríos de tinta no de sangre: periodistas protestan por el homicidio de Javier Valdez

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Por Paris Martínez. Fotografía: Cuartoscuro

Minutos antes de las 19:30 horas de este martes, 16 de mayo de 2017, más de un centenar de periodistas, estudiantes, víctimas de la violencia y miembros de organizaciones ciudadanas se congregaron frente a la puerta trasera del Palacio de Covián, sede de la Secretaría de Gobernación, para montar una ofrenda de veladoras y pancartas en homenaje a Javier Valdez Cárdenas y los otros cinco periodistas asesinados en lo que va del año en México y para dar un mensaje: “En este país dolido, en donde lo que corre, en lugar de tinta, es sangre, hemos decidido protestar y decir ‘no’ al silencio”.

Teniendo de telón de fondo una bandera mexicana en la que los colores rojo y verde, así como la cromática del escudo, fueron teñidos de negro en señal de luto, y dando la espalda a la puerta que habitualmente usan para dar acceso a la prensa a las instalaciones de Gobernación, reporteros de la Ciudad de México y de otras partes del país se plantaron frente a las cámaras y micrófonos de sus mismos colegas, para clamar: “Hoy queremos hacer un llamado a la comunidad internacional, porque en este país están matando a periodistas, a defensores de derechos humanos, y los ciudadanos ya no aguantamos más”.

 Dando cobertura y participando del acto a la vez, de los mismos reporteros, fotógrafos y camarógrafos salieron esta vez las consignas: “¡Fue el Estado!”, “¡Gobierno facista, que mata periodistas!”, “¡Ni uno más!” y “¡Justicia!”, aunque la más fuerte fue una en particular, repetida a lo largo de toda la protesta: “¡No al silencio! ¡No al silencio!”.

Fue con palabras del mismo Javier Valdez Cárdenas, asesinado el pasado lunes, que inició formalmente el acto de protesta, leídas de su más reciente libro, “Narcoperiodismo”, por su amiga y colega, Lydia Cacho:  “Podría pensarse, ¿para qué escribir, para qué salir a buscar la nota, a exponer la vida, si todos tenemos familia, hijos, padres?”, y la respuesta del mismo Javier es: porque es necesario “escribir un reportaje, correr por la nota, decir con miedo la verdad, sí aunque nos acompañe la angustia; decir el nombre y la locación, la hora y el motivo; reportear en el abismo; tener un pedazo de voz, la suficiente, para decirle al lector o la lectora que también esto es la vida”.

Javier, fundador del semanario Ríodoce y corresponsal del periódico La Jornada en Sinaloa, no sólo fue un periodista “honesto” y profesional a lo largo de toda su trayectoria, sino que, sobre todo, “fue un hermano, un ser humano maravilloso, que luchó y defendió los derechos de las víctimas”, dijo luego, al micrófono, la señora María Herrera, en representación de las miles de víctimas que ha dejado la escalada de violencia de la última década en México.

Y esa sensibilidad, subrayó, fue “a costa de su vida”.

La sangre de Javier, dijo entre lágrimas la señora Herrera, que busca a cuatro hijos que han sido víctimas de desaparición forzada, “nos está salpicando a todos”.

 Mientras el altar de pancartas y veladoras, con fotos de algunos los más de cien reporteros y reporteras asesinadas en México en los últimos años, el acto sirvió también para denunciar la falta de protección para los periodistas que han debido escapar de sus regiones de origen, tras ser amenazados y atacados por su actividad profesional.

Tal es el caso del periodista Javier García, de Nayarit, quien decidió participar en la protesta apenas un día después de haber llegado a la Ciudad de México, para refugiarse de las amenazas sufridas en su estado; lo mismo que Julio Omar Gómez, quien no sólo denunció el incendio de su casa y el asesinato de un escolta, sino, sobre todo, el atentado contra su compañero Max Rodríguez, reportero del Colectivo Pericú, ejecutado en La Paz, Baja California Sur.

El caso de Max, de Javier, de Miroslava Breach, y del resto de informadores asesinados en los últimos años, es el mismo del periodista Manuel Buendía (víctima de homicidio en 1984), lamentó en su turno el veterano periodista Jorge Meléndez, quien recordó que “hace más de 30 años, las personas que estaban en Gobernación nos dijeron (sobre la ejecución de Buendía) lo mismo que nos dijeron hoy en la PGR: que los periodistas son asesinados por drogadictos, por borrachos por andar en malos pasos… han pasado 33 años y las autoridades siguen el mismo guión”.

Sin embargo, destacó Carmen Aristegui como última oradora, en el caso de Javier Valdez Cárdenas, “no hay lugar a dudas, como lo publicó hoy Ríodoce, y que lo escuche Gobernación, Peña Nieto, el procurador y quien quiera escuchar, dentro y fuera del país: este asesinato es producto del trabajo de Javier, respuesta al trabajo de Javier, respuesta criminal a lo que Javier hizo a lo largo de su vida”.

Por ello, remató Aristegui, ·aquí juntos tenemos que darnos valor para seguir informando, para seguir reporteando, para seguir investigando, denunciando, opinando. Esta muerte tiene que significr un incentivo: necesitamos que estas muertes signifiquen, sacudan, no sólo a los periodistas que estamos aquí. Necesitamos que signifiquen para la sociedad. Tenemos que convencer a la sociedad de que la muerte de un periodista es algo importante”.

Además de trabajadores de medios de comunicación, la protesta congregó a blogueros, actores —como Diego Luna—, ciudadanos integrantes de organizaciones vecinales, como el Frente de Vecinos de los Pedregales Coyoacán, estudiantes de periodismo e integrantes del Colectivo en Defensa del Derecho a la Información.

Fuente: Animal Político