San Cristóbal de las Casas. 22 de octubre de 2014.

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Hoy Guerrero y Sonora brillan en Chiapas, en sus caminos nublados, en sus veredas y brechas lodosas. Miles de mujeres y hombres bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional se unen a la jornada global de protestas “Una luz por Ayotzinapa”, refrendando su solidaridad con las familias de los estudiantes de la Normal Rural Raúl Isidro Burgos y con los presos políticos de la Tribu Yaqui. Para ello, se colocan cuando atardece a la orilla de decenas de caminos mojados que conducen a sus comunidades autónomas. Llevan en sus manos una luz encendida que luego clavan en la tierra cuando no llueve tanto, o mantas que exigen “presentación con vida de los 43 alumnos desaparecidos”, “castigos a los responsables de asesinatos y desaparición forzada”, así como “libertad incondicional para los hermanos yaquis Mario Luna Romero y Fernando Jiménez Gutiérrez”. Se congregan en las inmediaciones de sus comunidades y sus caracoles porque, a casi un mes de la barbarie policiaca en Iguala, 43 estudiantes siguen desaparecidos mientras nadie responde por los 25 heridos, por el cerebro en coma del joven Aldo Gutiérrez Solano, por el rostro baleado a quemaboca de Édgar Andrés Vargas, por el cuerpo desollado de Julio César Mondragón ni por otras 5 personas asesinadas el 26 de septiembre.

El panorama en México es oscuro. El tamaño de la lista de asesinatos y desapariciones en años recientes es equivalente a su corrupción institucional. La vecindad con el país que fabrica las armas que usan los cárteles de la droga, y que hospeda a millones de sus mejores clientes, pesa más que nunca. Pero la carga se sacude y el paisaje se ilumina en kilómetros de luces que recorren los caminos zapatistas y en consignas sin miedo por las calles de San Cristóbal de las Casas. Aquí, desde las 5 de la tarde, miles de estudiantes, maestras y maestros, familias y adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona se reúnen en distintos puntos para confluir horas después a un costado de la catedral. Las miradas encendidas de normalistas chiapanecos apuntan a Guerrero, el estado que porta el nombre de quien estuvo dispuesto a “vivir por la patria o morir por la libertad”. Casi la mitad de las escuelas normales de Chiapas se declaran en paro indefinido, en espera de la presentación de sus compañeros de Ayotzinapa. La única normal rural chiapaneca (de las 17 rurales que hay en México) también detiene labores y encabeza hoy la protesta.

La avenida Insurgentes, los portales del centro, el palacio de gobierno y los muros de la catedral quedan tapizados de letreros y pintas ante la mirada atónita de turistas. Entre la “presentación inmediata con vida” y el “43: los estamos esperando” se puede ver al gran Pakal llorando sangre mientras pide “justicia para Ayotzinapa”. Cuando llega la noche, decenas de oradores proyectan reclamos hacia el parque central en tanto las velas comienzan a encenderse, sobre todo en manos infantiles y jóvenes. A las puertas del palacio de gobierno que cimbraran los zapatistas años atrás, hileras de velas y flores redactan en luz y color la consigna dominante: “vivos se los llevaron, vivos los queremos”.

En enero de 1994, las comunidades indígenas zapatistas conjuraron su exterminio. Veinte años después mantienen encendido un fuego distinto, libre y rebelde. Esta noche, junto con la movilización de decenas de universidades mexicanas en paro y de miles de voces organizadas e indignadas en distintas partes del mundo, las pequeñas luces zapatistas son prueba viviente de que no todo México es salvaje.

Fotos de bases de apoyo zapatistas: Pozol Colectivo
Fotos de San Cristóbal de Las Casas: Una luz colectiva