En Ciudad Universitaria, el encuentro entre el Concejo Indígena de Gobierno y lxs estudiantes guerrerxs y soñadorxs fue rabioso, bello e histórico. Al pie de la biblioteca central, en apenas tres  o cuatro horas lloraron, se abrazaron y gritaron juntas las resistencias urbanas y rurales pasadas, presentes y futuras del México de abajo y a la izquierda. Esta vez la lucha social no sólo tiene frente a sí el ansia de querer transformarlo todo sino la amenaza de perecer en caso de no lograrlo, pero quizás por ello mismo esta generación de escuchas y hacedorxs –la del #yosoy132, la de la escuelita zapatista, la de la solidaridad espontánea y gigante ante el #19S, la que transmite en vivo “Álarmala de tos” en vez de bailarla y armar el slam- anunció que viene a decir cosas imposibles porque de lo posible se ha dicho demasiado.

Esta tarde, tanto el CIG como la banda reunida en las islas festejó la oportunidad de escucharse, tocarse, proyectarse e incluso relevarse mutuamente. Mientras el CIG recorría algunas facultades de Ciudad Universitaria antes de arribar al templete, en éste se habían sintetizado ya muchos de los dolores y de las innovaciones más recientes en los modos de andar y de luchar. Makila 69 había resumido que las mujeres hemos tenido que aprender en carne propia que para andar a la deriva primero hay que mantenernos vivas; los Botellos rumiaron que lo que CIG propone es simple pero está muy cabrón: Mandar Obedeciendo, que quiere decir “que ningún pinche gobierno puede estar por encima de la banda”; y Rubén del Café Tacuba aseguró que eso de avanzar en nombre de “un país” es una tontería, pues lo que en verdad se puede sentir y cambiar es lo que ocurre a nivel de los barrios, los pueblos y las comunidades –es decir bajar y no subir.

Después, la Red Estudiantil de Apoyo al CIG anunció que venían a escuchar a pesar de cursar clases en dónde lo que más se fomenta es avasallar –es decir imponer en vez de convencer– y, tras anunciarse sabedorxs de que entre los de arriba sólo hay regalos y halagos y de que para lxs que piensan diferente sólo hay represión y violencia, lanzaron la invitación a formar brigadas y redes comunitarias en todas las delegaciones de la ciudad que actúen no sólo en caso de emergencias; el pueblo nahua de San Pedro Tlanixco denunció que desde hace 10 años 6 habitantes de su comunidad se encuentran presos por defender sus aguas, entre ellxs Dominga González, Lorenzo Sánchez y Marco Antonio Pérez; y Mario Luna del pueblo Yaqui recalcó que la palabra del CIG no es de promesas ni de discursos, sino que es la palabra de organizarnos, luchar y existir aún más allá del proceso electoral del 2018. “No les vamos a pedir permiso para salir a luchar por nuestra vida. No les vamos a pedir permiso para continuar resistiendo y existiendo. Firmes, compañerxs”, concluyó.

Entonces Aracely Osorio -la madre de Lesvy Berlín, joven asesinada en Ciudad Universitaria en mayo de este año- incendió la noche, pues sus palabras captaron la esencia de la propuesta del CIG. Al explorar su dolor y convertirlo en movimiento, en posibilidad de organización, Aracely arañó quizás las raíces de la rabia, la tempestad, el coraje, la memoria y la dignidad: “A pesar del dolor este día estoy contenta porque se ha sembrado en mi corazón la esperanza. (…) Por los que no están tenemos el compromiso de vivir viviendo, de vivir con la frente en alto, con el puño en alto y sin miedo (…) El camino es largo y doloroso, pero está lleno de esperanza con personas como la vocera y como ustedes, que están hoy aquí”, dijo Aracely mientras cerca de ella las madres de Luis Roberto Malagón y de Carlos Sinhue Cuevas (jóvenes universitarios cuyos cuerpos también fueron hallados en C.U. este año y en el 2011)  sostenían también pancartas con las fotografías de sus hijos.

De algún modo, en el encuentro del CIG y lxs universitarios de esta tarde reverberó de nuevo el fuego que lxs de abajo nomás no dejamos apagar a pesar del miedo, las amenazas, los ataques e incluso a pesar del silencio y la inacción de muchxs. Una vez más, se trata de algo muy sencillo pero muy cabrón. Una vez más, “se trata –explicó el CIG en la voz de Marichuy- de que lxs de abajo, junto con los de la ciudad, organicen la alegre y digna rebeldía anticapitalista”.

Una vez más, se trata de perdurar haciendo lo que de por sí se hace cuando se es “joven” y rebelde. Una vez más, se trata de hacer lo imposible justo porque lo posible nos sigue mintiendo y exterminando.


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