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Por Gustavo Esteva | La Jornada

Nuestras formas de entender lo que pasa se vuelven rápidamente obsoletas, ante hechos sin precedente que no encajan en el marco mental dominante. Lo mismo ocurre con luchas convencionales, que se vuelven ineficaces o hasta contraproducentes. Al mismo tiempo, como se están sacudiendo hasta sus cimientos las anquilosadas estructuras dominantes y entran en crisis creencias muy arraigadas, aparecen peligrosas reacciones fundamentalistas. La confusión aumenta.

Necesitamos velas que nos permitan ver en esta oscuridad. Las que se prendieron la semana pasada en el seminario de reflexión crítica, Los muros del capital, las grietas de la izquierda, convocado por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, iluminan muchos aspectos de la compleja realidad que enfrentamos, cada vez más violenta y cínica.

El 12 de abril el subcomandante insurgente Moisés explicó cómo y por qué el mundo capitalista es una finca amurallada. Narró lo que le platicaron abuelos y abuelas, bisabuelos y bisabuelas. En tiempos como éstos, necesitamos mirar al pasado para poder otear el porvenir.

Recordaron ellas y ellos cómo era trabajar en las fincas, hacer la tarea, sufrir el castigo de caporales, mayordomos, capataces… Cómo el patrón –el dueño– se disfraza a veces de soldado. Y cómo la resistencia a todo esto no llegó muy lejos cuando se colgaron de alguien que los encabezara, por lo que tuvieron que aprender a hacerlo en colectivo.

De todo eso platicó el subcomandante Moisés, porque las, los zapatistas ven “que hoy estamos entrando de nuevo en esto. En el capitalismo de hoy no existen países […] Lo va a convertir en finca el mundo. Los va a hacer en pedazos, como de por sí así está […] Va a ser un grupo nada más de patrones-gobierno […] El que manda ya no es el que manda. El que manda son el patrón capitalista […] Esos gobiernos […] son capataces. Los mayordomos: los gobernadores. Los presidentes municipales son los caporales. Todo está al servicio del capitalismo” (http://enlacezapatista.ezln.org.mx).

La disputa por los recursos públicos es parte de la lucha social y política. Por muchos años, múltiples grupos concentraban sus empeños en conseguir recursos del gobierno e influir en la orientación de políticas y programas. Tenemos que seguirlo haciendo, especialmente para resistir lo que hacen los gobiernos. Pero debemos tener presente que estamos ante una nueva situación. De un lado, los gobiernos han aprendido a hacer caso omiso de las reivindicaciones populares, no importa cuánta presión se ejerza sobre ellos. De otro lado, los llamados programas sociales son instrumentos de control y manipulación. Buscan la domesticación de la gente y en muchos casos tienen carácter contrainsurgente. El despojo que ca­racteriza la fase actual de acumulación de capital y abarca desde los territorios indígenas hasta los derechos de los trabajadores se realiza con el respaldo de todos los medios legales e ilegales de los gobiernos. El Estado-nación mismo, que fue arena privilegiada de expansión del capital, es hoy obstáculo para el capital globalizado, que lo ha estado desmantelando.Debemos tomar en cuenta todo eso al concebir y organizar las luchas actuales.

Además, debemos actuar a sabiendas de que el capitalismo, como nos dicen los zapatistas, está convirtiendo en finca el mundo. Transforma a todos los gobiernos en meros administradores de pedazos de esa finca. Reciben migajas del pastel por cumplir su función, sea directamente, con la malversación de los recursos públicos, o indirectamente, con operaciones como la del narco.

La disputa electoral, bajo estas condiciones, se libra entre quienes aspiran a convertirse en capataces, mayordomos o caporales. Ninguno de ellos será patrón. Estarán a las órdenes de los dueños nacionales y trasnacionales, que han convertido lo que aún llamamos Estado en una sociedad anónima en que los partidos representan a grupos de accionistas, no a la gente. Se reúnen periódicamente para elegir un consejo de administración al servicio de un patrón, del capital, que tiene cada vez más carácter trasnacional.

¿Qué vamos a hacer?… El mundo se va a convertir, quiere convertirlo en su finca el capitalismo. ¿Qué vamos a hacer?, nos pregunta el sub Moisés. Véanlo donde viven, donde están, si no están ahí en la mierda del capitalismo y qué hacer ahí con eso. Porque eso es lo que está haciendo el capitalismo ahora.

Las elecciones en el estado de México se llenan cada vez más de palabras vacías, de promesas y de trampas. Tienen claramente un carácter nacional. ¿Tiene sentido seguir jugando ese juego? ¿Podemos todavía poner los huevos en esa canasta, con la ilusión de recuperar el Estado, meros pedazos de la finca? ¿Debemos participar en la elección de caporales, mayordomos o capataces con la ilusión, alimentada contra toda experiencia, de que los nuevos harán menos agresiva y dañina la administración de la finca?

Hasta hace poco tiempo no parecía haber opción. Se votaba por el menos malo o para evitar que llegara alguien peor. Pero hoy existe un camino alternativo. La resistencia organizada toma ya forma y perfil. La respuesta está en el aire. Viene de abajo.

gustavoesteva@gmail.com