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Estudiantes de Chibok, Nigeria. Foto de la campaña “Que vuelvan nuestras hijas”

Haciendo Historia. Notas de Radio Zapatista. Nota 3.
Por: Eugenia Gutiérrez, Colectivo Radio Zapatista.

Ciudad de México, 28 de septiembre de 2016.

Hace unos dos millones de años que enderezamos el cuerpo y comenzamos a caminar. Bajamos de los árboles y apuntamos la mirada al horizonte. Esta forma nueva de ser libres, de atrevernos a mirar el mundo ocurrió en África, nuestra cuna y nuestro origen como especie. En este otoño del año 2016, las planicies que recorrió nuestra madre común tienen heridas profundas. A las hambrunas, guerras y pandemias de los siglos recientes, el dolor de África suma la nueva esclavitud que padecen sus niñas secuestradas.


El 14 de abril de 2014, 276 estudiantes de secundaria y preparatoria fueron raptadas de su escuela-internado en la comunidad nigeriana de Chibok. Se las llevaron tropas del grupo Boko Haram. No fue el primer acto violento de Boko Haram, pues llevaban años arrasando comunidades en varios países de África y ya tenían en cautiverio a más de mil quinientas personas, hombres y mujeres de muchas edades. Sin embargo, fue el secuestro en Chibok el que logró captar una parte de la atención mediática del momento. El pretexto religioso-político de Boko Haram aducía un interés por convertir en musulmanas a las alumnas cristianas. La realidad se fue develando al paso de los meses cuando, decenas de muchachas que lograron escapar de distintos puntos de cautiverio, contaron al mundo las atrocidades sexuales y militares que motivan sus secuestros. Las jóvenes explicaron que son parte de procesos de compra-venta humana entre Nigeria, Chad y otros países. Muchas han sido vendidas, otras han muerto ya, muchas son esclavas sexuales de sus captores. Todas son usadas como escudos, como armas, como propaganda.

Los secuestros no se limitan a miles de mujeres; incluyen a muchachos esclavizados para realizar actos de terrorismo. Junto con las niñas de Chibok y de otras muchas comunidades destruidas en Nigeria, varios jóvenes han sido asesinados con cinturones de explosivos que devoran otras vidas. En tanto, las élites gubernamentales y económicas, dentro y fuera de su país, administran el negocio de la justicia inalcanzable.

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Rifkatu Ngalang y Hauwa Mutah, dos alumnas secuestradas en Chibok. Fotos: Glenna Gordon por cortesía de las familias.

Fue en el Valle del Rift donde la naturaleza nos ofreció las condiciones necesarias para arrancar esta aventura común. Nuestra primera madre, cuya ancestría compartimos en el ADN mitocondrial todos los seres humanos, pudo haber recorrido las nevadas Montañas de la Luna, debió haberse refrescado en el Río Nilo y murió en algún punto de África hace unos doscientos mil años. Somos, desde entonces, una misma especie. Ahí, donde nacimos, miles de niñas y adolescentes, miles de jóvenes y sus familias lastimadas se organizan hoy en día para combatir la locura destructiva del extremismo económico, militar, religioso y político. Las niñas de Nigeria, su fortaleza y la de sus familias, caminan erguidas por nuestra exigencia de que vuelvan a casa y recorran, libres, nuestro primer hogar.