“La tragedia de mi patria no es por supuesto el temblor, este gobierno corrupto damnificó a la nación y de nosotros depende encontrar la solución…” José de Molina

Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. Pozol. 3 de septiembre. La noche de ayer, una tormenta azotó sobre la capital chiapaneca. Una precipitación pluvial arriba de los 100 mm provocó destrozos en calles y avenidas de al menos 26 barrios y colonias arrastrando vehículos, destrozando las ya maltrechas calles y afectando construcciones domésticas. Pero, más allá de lo material, más lamentable es la pérdida de 3 vidas humanas. No hay por qué ocultar lo evidente, en esta tragedia hay responsables con nombre y apellido y una revista de los últimos gobernantes y presidentes municipales junto a la complicidad de corruptos empresarios de la construcción, favorecidos con las obras asignadas por el municipio y por el estado.

Pero lejos de ello, los “desastres naturales”, ese eufemismo que busca esconder a los responsables de las desgracias turnándoselas a la naturaleza, son aprovechados por la clase política para tomarse la foto y mostrar una cercanía hipócrita con la población afectada. Y no sólo eso, en esa lógica de guerra de destrucción, los empresarios se frotan las manos esperando recibir la asignación de las obras de reconstrucción y volver a robar a la sociedad con obras mal hechas y peor planeadas.

Hay algo más. Como si no fuera suficiente con la clase empresarial y política sacando provecho de la desgracia de los de abajo, está la fuerza represiva, los militares, apareciendo en primera plana “ayudando” a la población y buscando maquillar su maltratada imagen de asesinos del pueblo y su complicidad con el crimen organizado. En esta desgracia, todos los carroñeros afilan los dientes para buscar entre los escombros, qué pueden llevarse a la boca.

Cuántas veces, gobernantes de todos los colores han usado los medios para promocionar sus obras millonarias: Saneando el cauce del río “Sabinal”; renovando el sistema de alcantarillado; pavimentando kilómetros de calles; mejorando o ampliando el sistema de agua potable; y, últimamente, “modernizando” el libramiento. Y sin embargo, cada temporada de lluvias es lo mismo, en los barrios y colonias populares se sufre la ineptitud y la corrupción de la clase política que quedan al descubierto con el paso de las aguas que, desconociendo de lógicas humanas, sólo obedece a su naturaleza.

La mala planeación de la obras; el atraco de los funcionarios del presupuesto para las obras sociales; la incapacidad de los funcionarios en la previsión de riesgos (que, por otro lado, evidenciaría la ineptitud de quien planea y ejecuta); el amiguismo en la asignación de obras y la incompetencia de las pseudo-constructoras; pero sobre todo, el nulo interés de los de arriba por servir a la sociedad, reúnen todos los elementos para que, como en este caso las lluvias, sucedan las desgracias que perversamente llaman “naturales”.

Y, además de toda esa larga lista de omisiones, se pasa por alto algo que está a la vista de tod@s y a lo que nos han acostumbrado, que esas desgracias “naturales” siempre afectan a los de siempre: a los de abajo. Porque la geografía del dolor no cambia, allá arriba siguen exentos.

Si ayer una tormenta natural cayó sobre la dolorosa, pero digna, Tuxtla Gutiérrez; una tormenta de mayor duración en forma de crisis sistémica azota al mundo. En nuestra ciudad, los representantes de ese sistema la han asolado desde hace varias décadas, la clase política. José de Molina, aquel maravilloso palabreador de la rebeldía lo había cantado cuando el terremoto en la capital del país “la tragedia de mi patria no es por supuesto el temblor, este gobierno corrupto damnificó a la nación y de nosotros depende encontrar la solución. Debemos organizarnos, es la hora de la verdad…”

Foto: de redes