LA DEFENSA DE LOS BOSQUES NOS INTERPELA: CHERÁN Y XOCHICUAUTLA

Por Aldabi Olvera

Para David Ruíz García; Para los comuneros asesinados y desaparecidos de Cherán

(Cherán, Michoacán).- En medio de las dos humeantes capitales de México y Toluca existe un bosque frondoso que otorga aire, agua, alimento y sentido al centro del país.

A pesar de las contingencias ambientales tan graves sufridas por la Ciudad de México en las últimas semanas, gobiernos y empresas insisten en transformar, atravesar con una autopista y tomar posesión de esta reserva que el propio Estado llama Bosque Otomí-Mexica. Por ello, los indígenas ñätho de Xochicuautla, quienes lo habitan desde tiempos inmemoriales, insisten: “Lo que hacemos no sólo es por nosotros, es por toda la sociedad”.

Enclavado en el corazón de la meseta p’urhépecha de Michoacán, el pueblo de Cherán festejó el quinto aniversario de su levantamiento contra la tala de su territorio y la amenaza de la siembra extensiva del aguacate y de enervantes pertenecientes al crimen organizado. Ni el viejo municipio controlado por el PRI, ni el gobierno estatal del PRD, ni el gobierno federal del PAN atendieron sus llamados. Cherán detuvo por sí mismo la rapacidad de las corporaciones narcotalamonteras y nos ofreció dos prácticas/conceptos interesantísimos: la reconstitución del territorio y la seguridad comunitaria.

Ambos pueblos, desde sus diferencias y similitudes, nos miran hoy y piden nuestra escucha y solidaridad.

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Primero: Cuidar un bosque no es fácil.

Reforestar no es sólo plantar un arbolito.

No se cuida un bosque dejándolo intacto.

Hay plagas y hay incendios, hay talamontes y hay cazadores, hay empresas depredadoras y hay problemas con el agua.

La mitad del territorio mexicano es de propiedad social. Así que la mayoría de los bosques pertenecen a pueblos y a comunidades indígenas. O, mejor dicho: las comunidades originarias pertenecen, forman una simbiosis, un organismo con estos bosques.

Toda persona que nace y vive en la comunidad es un comunero con responsabilidades y derechos. Por ello tienen instituciones para cuidarlos: comandantes, rondas comunitarias, comisariados de bienes comunales. Esto no es nuevo, es una práctica ancestral.

Además, al cuidar el bosque no sólo se cuida la comunidad, sino a quienes beben y respira gracias a los árboles y las montañas: las poblaciones urbanas.

Foto: Aldabi Olvera / @Aldabi

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Durante más de cuatro años la comunidad p’urhépecha de Cherán vivió con miedo. Algunas voces de Cherán, principalmente las de profesores e integrantes del comisariado de bienes comunales, se alzaron contra el crimen organizado; pero fueron acalladas. El 15 de abril del 2011, mujeres y jóvenes de una calle aledaña a la iglesia de El Calvario, justo por donde subían y bajaban las camionetas del crimen organizado, acorralaron y cercaron a los talamontes, levantaron barricadas y llamaron a todo el pueblo a la acción. A raíz de ello, conformaron una ronda comunitaria que vigilara los bosques y el pueblo.

Después, la comunidad reactivó un vivero donde trabajan quienes más lo necesitan y retomó sus autoridades como usos y costumbres desplazando al gobierno municipal regido por partidos políticos.

A 5 años de autonomía en Cherán. Foto: Aldabi Olvera / @Aldabi

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Xochicuautla era un pueblo tranquilo. Se mantenía del campo y el trabajo obrero en las dos ciudades. Todo cambió cuando en el 2007, Enrique Peña Nieto, entonces gobernador de la entidad, dio a Grupo Higa la concesión para construir sobre sus bosques una autopista que va del aeropuerto de Toluca hasta Interlomas. Xochicuautla, como Cherán hace cuatro años, ve devastado su bosque. Pero no ha dejado de defenderlo, la región del Bosque Otomí-Mexica ya tuvo guardabosques tradicionales, la población todavía hace recorridos y así es como se da cuenta de la subida de ingenieros, de trabajos para la autopista: con el cuidado diario del bosque detectan sus amenazas.

En Cherán y Xochicuautla hay dos corporaciones criminales diferentes (una, la empresa de Armando Hinojosa Cantú; la otra, los cárteles) sus objetivos son los mismos, el despojo y la implantación del terror. Las causas de la destrucción son profundas: La expansión de las ciudades y la colonización de territorios, el narcotráfico como corporación protegida por los tres niveles de gobierno y sus proyectos de siembra de plantas de manera extensiva, el desprecio y el racismo que acompañan el discurso del progreso.

Foto: Ariadna León Garmendia /@ariadnaleon

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Llegarás más rápido.

Quince minutos acaso. Veinte a lo más.

Debajo de ti se encuentra el bosque mexiquense del cual fueron desplazados los pueblos. El bosque en el cual ya no se escucha el jilguero, sino el continuo acelerador de los autos.

Pero no podrás entrar al bosque otomí si no tienes dinero, ni al bosque de la meseta p’urhépecha que antes era comunal y donde ahora se cultiva tu marihuana.

Por dinero se alteran formas de vida, de existencia de miles de años por la rapidez y por las ganancias económicas.

Tú sigues en tu auto.

La excusa es el desarrollo.

Enrique Peña Nieto argumentó que había “causas de utilidad pública” para la expropiación de las tierras de Xochicuautla y sus vecinos de Huitzizilapan: El “desarrollo” de las ciudades de Toluca y México. El decreto dice que fueron consultados, pero los consultados fueron los empresarios del aeropuerto toluqueño.

Cherán, por su parte, insistió en que las fuerzas policiales intervinieran en su territorio para detener la tala. Nunca llegaron.

El Estado brilla por su ausencia cuando se le necesita, destruye cuando se le pide que se retire.

Pero el racismo disfrazado de desarrollo no es sólo del Estado:

No hables p’urhépecha. Aquí no hables ñätho. Que vendan quesadillas al lado de la autopista. Calla la pirekua y súbele al narcocorrido.

Qué bien que Calderón va a sembrar mil árboles; esos indios son los que se acaban la madera.

Bajo el discurso del asistencialismo y de la nación mexicana uniforme se esconde la colonización de los bosques, de los ríos, y el lucro con la cultura de los pueblos indígenas. Bajo las zonas protegidas por el Estado están las tierras robadas a quienes las cuidaron hace mil años. Las dicotomías: civilizado y salvaje, tiempo es dinero y tiempo es circular, los conceptos hacen que la defensa de los bosques no sea una cuestión de donar, sino de solidaridad.

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Si bien las comunidades originarias como Xochicuautla y Cherán tienen una relación especial con sus bosques y presentan una alternativa interesante para conservarlos, la reconstitución de todos los territorios devastados en México por narcotraficantes y corporaciones son asunto de todo mundo.

Guardia comunitaria resguarda el bosque de Cherán, a 5 años de expulsar al crimen organizado del territorio p'urehpecha. Foto: Aldabi Olvera / @Aldabi

Porque el territorio, sea urbano o rural, nacemos, crecemos, morimos. Para los pueblos indígenas nuestra vida perdura en convivencia con los demás seres que lo habitan: espíritus, árboles, animales, plantas; la lengua, la comida, las fiestas son esenciales para asimilarse en el territorio y mantenerlo en armonía.

Los bosques configuran la vida, son un espacio de reflexión, aventura, de pensamiento no ensimismado. Esa reflexión se hace también con el cuerpo empolvado, cansado, empapado con sudor, reozante de salud. La espiritualidad de los pueblos, de los bosques tiene que ver con la vida y su reproducción. Lo sagrado, más allá de lo religioso, es un punto esencial en la defensa del bosque porque esta espiritualidad ahonda en la esencia, en lo que significa la montaña, el árbol, los animales.

Un ritual a los cuatro puntos cardinales y los cuatro elementos abrieron los festejos del 15 de abril en Cherán.

La capilla que se encuentra al lado de la casa destruida del delegado Armando García es una manda, un pedido del más alto ser creador, señor del agua y de las tormentas, para su familia. Una vez, Armando García nos dijo que esa pequeña capilla vale mas que su casa, y la capilla es el próximo punto que pretende derribar la empresa de Hinojosa Cantú: Espíritu/cemento.

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Hoy Xochicuautla sufre el momento más dramático en sus nueve años de lucha . Cherán resiste la presión constante del gobierno perredista de Silvano Aureoles para la implantación del Mando Único, lo cual daría al traste completamente con el espíritu de la ronda tradicional y los guardabosques.

Cherán tiene un proyecto y el movimiento social generado hace cinco años es fuerte, su lucha es constante, diaria, continua. Xochicuautla inundó las redes sociales hace una semana con el hashtag #AlertaXochicuautla, moviliza a personas de todo el país en su defensa. Para contribuir, colaborar, apoyar, sólo es necesario acercarse con humildad y respeto. Medios independientes, colectivos, organizaciones sociales lo han hecho continuamente.

Pero abramos un sendero para caminar más allá, para ver a Cherán y Xochicuautla no como islas, sino como espejos; espejos donde miremos retos, provocaciones, cuestionamiento para quienes vivimos en la urbe.

Por cierto, a punto de regresar de Cherán, un comunero me dijo:

“Nosotros estamos cumpliendo con nuestro deber, de proteger, de dar seguridad a nuestro territorio, a los comuneros y a los elementos importantes como el agua, la tierra, las plantas y árboles. Que eso inspire a otras personas a revisarse a sí mismas”.

Foto: Aldabi Olvera / @Aldabi