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Jornada Nacional de Movilización en Defensa de la Madre Tierra, contra la guerra al EZLN, los pueblos y comunidades Indígenas, toma del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas (INPI) en Coyoacán, Ciudad de México12 de octubre 2020
Ciudad de México.
La Comunidad Indígena Otomí tomó las instalaciones del Instituto Nacional para los Pueblos Indígenas (INPI). Demandan una mesa de negociación con el titular del instituto, Adelfo Regino, así como con la jefa de gobierno Claudia Sheinbaum, pues durante años, su demanda de vivienda ha sido ignorada.
En conferencia de prensa, los integrantes de la comunidad denunciaron el desprecio de las instituciones gubernamentales. Marisela Mejía, representante en el Concejo Indígena de Gobierno, dijo: “No nos gusta este espacio, pero queremos luz, agua y condiciones dignas para vivir en nuestro propio espacio”, por lo que anunciaron que se quedarán a habitar el INPI.
Denunciaron que una de sus unidades de vivienda, ubicada en Zacatecas 74, colonia Roma, lleva años sin regularizarse, pues las autoridades en turno se han negado a publicar el decreto en la Gaceta Oficial de la Ciudad de México y les mencionaron que tendrán que iniciar el trámite desde el inicio, pues es una nueva administración.
Filiberto Margarito, indígena otomí, mencionó que el Instituto Nacional no representa a las comunidades indígenas, pues no reconoce a los pueblos como sujetos de derecho y no respeta su autonomía, ni su libre determinación. Además, señaló que “El INPI es un elefante blanco que está al servicio de las empresas trasnacionales que despojan a los pueblos de sus territorios”.
Sara Hernández, originaria de Santiago Mexquititlán, Querétaro, denunció las amenazas de muerte que vive en su pueblo. Los turistas piensan que, entre menos lodo, es más bonito, “Pero para nosotros, el lodo en nuestros pies es una forma de estar en contacto con la tierra, es lo más bonito”.
Ellos se pueden ir a la luna porque tienen dinero, pero nosotros no: vamos a seguir defendiendo a nuestra madre tierra, afirman.
Marisela Mejía, mencionó: “Esa Cuarta Transformación solo nos voltea a mirar para desaparecernos” y recordó que el Congreso Nacional Indígena (CNI) sigue en exigencia de justicia por Samir Flores, asesinado en Amilcingo Morelos.
Esta acción se dio en el marco de la Jornada Nacional de Movilización en Defensa de la Madre Tierra, contra la Guerra al EZLN, los pueblos y las comunidades indígenas, para reafirmar la resistencia de los pueblos que rechazan el proceso de colonización.
Quinta Parte: LA MIRADA Y LA DISTANCIA A LA PUERTA
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Quinta Parte: LA MIRADA Y LA DISTANCIA A LA PUERTA.
Octubre del 2020.
Supongamos que es posible elegir, por ejemplo, la mirada. Supongamos que usted puede librarse, así sea por un momento, de la tiranía de las redes sociales que imponen no sólo qué se mira y de qué se habla, también cómo mirar y cómo hablar. Entonces, supongamos que usted levanta su mirada. Más arriba: de lo inmediato a lo local a lo regional a lo nacional a lo mundial. ¿Lo mira? Cierto, un caos, un desbarajuste, un desorden. Entonces supongamos que usted es un ser humano; vaya, que no es una aplicación digital que, velozmente, mira, clasifica, jerarquiza, juzga y sanciona. Entonces usted elige qué mirar… y cómo mirar. Pudiera ser, es un supositorio, que mirar y juzgar no sean lo mismo. Así que usted no sólo elige, también decide. Cambiar la pregunta de “eso, ¿está mal o bien?”, a “¿qué es eso?”. Claro, la primera cuestión lleva a un debate sabroso (¿todavía hay debates?). Y de ahí al “Eso está mal –o bien- porque yo lo digo”. O, tal vez, hay una discusión sobre qué es el bien y el mal, y de ahí a los argumentos y citas con pie de página. Cierto, tiene usted razón, eso es mejor que recurrir a “likes” y “manitas arriba”, pero le he propuesto cambiar el punto de partida: elegir el destino de su mirada.
Por ejemplo: usted decide mirar a los musulmanes. Puede usted elegir, por ejemplo, entre quienes perpetraron el atentado contra Charlie Hebdo o entre quienes marchan ahora por los caminos de Francia para reclamar, exigir, imponer sus derechos. Puesto que usted ha llegado a estas líneas, es muy probable que se decante por los “sans papiers”. Claro, también se siente usted en la obligación de declarar que Macron es un imbécil. Pero, obviando ese rápido vistazo hacia arriba, usted vuelve a mirar los plantones, campamentos y marchas de los migrantes. Usted se pregunta por el número. Le parecen muchos, o pocos, o demasiados, o suficientes. Ha pasado de la identidad religiosa a la cantidad. Y entonces usted se pregunta qué quieren, por qué luchan. Y aquí usted decide si acude a los medios y las redes para saberlo… o les escucha. Suponga que les puede preguntar. ¿Les pregunta usted su creencia religiosa, cuántos son? ¿O les pregunta por qué abandonaron su tierra y decidieron llegar a suelos y cielos que tienen otra lengua, otra cultura, otras leyes, otro modo? Tal vez le respondan con una sola palabra: guerra. O tal vez le detallen lo que esa palabra significa en su realidad de ellos. Guerra. Usted decide investigar: ¿guerra dónde? O, más mejor. ¿por qué esa guerra? Entonces le abruman con explicaciones: creencias religiosas, disputas territoriales, saqueo de recursos o, simple y llanamente, estupidez. Pero usted no se conforma y pregunta por quién se beneficia de la destrucción, del despoblamiento, de la reconstrucción, de la repoblación. Encuentra los datos de diversas corporaciones. Investiga a las corporaciones y descubre que están en varios países, y que fabrican no sólo armas, también autos, cohetes interestelares, hornos de microondas, servicios de paquetería, bancos, redes sociales, “contenido mediático”, ropa, celulares y computadoras, calzado, alimentos orgánicos y no, empresas navieras, ventas en línea, trenes, jefes de gobierno y gabinetes, centros de investigación científica y no, cadenas de hoteles y restaurantes, “fast food”, líneas aéreas, termoeléctricas y, claro, fundaciones de ayuda “humanitaria”. Usted podría decir, entonces, que la responsabilidad es de la humanidad o del mundo entero.